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RAPARIEGOS: EL GATO....

EL GATO.
En Rapariegos, como en la mayoría de los pueblos de España, hace cincuenta años, había gran cantidad de animales que proporcionaban a sus vecinos, una gran ayuda en los trabajos fuertes del campo, como por ejemplo las mulas, bueyes, caballos o borricos, que ayudaban a los agricultores a arar los campos, mover los carros o hacer todos los trabajos fuertes propios de la agricultura. También había en cada casa otros animales, estos animales, proporcionaban a los vecinos de los pueblos, una gran ayuda en el sentido económico, como por ejemplo los cerdos, criando lechones o tostones como aquí se les llama, para venderlos normalmente a los restaurantes de Arévalo. De estos lechones, se dejaban algunos para engordarlos, para la matanza del siguiente invierno. También había gallinas, las cuales, daban los huevos necesarios para el gasto de la casa y cuando había excedente, también se vendían, era típico, tener en el corral junto a las gallinas el clásico gallo, con aspecto arrogante y fanfarrón, pues si se cogía alguna gallina, muchos de ellos atacaban dando un buen golpe con las patas y con los afilados espolones que estas tenían, estos comportamientos les servía de muy poco, pues en la mayoría de las casas el pobre gallo, caía en las fiestas de Navidad, San Antón o a mucho tirar y con mucha suerte, llegaba hasta San Pedro. En algunas casas había también conejos, estos conejos se aprovechaban como carne, para suplir en ocasiones la tradicional matanza. En algunas casas había también un perro, que acompañaba al agricultor hasta las faenas agrícolas y los pastores, les utilizaban como ayuda para el pastoreo.
Los años fueron pasando y la agricultura empezó a modernizarse, llegaron los tractores, cosechadoras y toda clase de maquinaria moderna. Los jóvenes al no haber trabajo para todos, tuvimos que emigrar a otras capitales. De las casas de los pueblos, fueron desapareciendo los jóvenes, también mulas, caballos, burros, perros, cerdos, gallinas y conejos, en muchas de las casas los padres se quedaron solos, solos con el gato. Sí, porque, lo que no faltaba en ninguna casa era el gato, siempre había un gato y normalmente, eran esquivos, porque los chavales nos encargábamos de asustarlos, con palos, piedras o azuzarlos con algún perro que pasara por el lugar. Hoy para animar un poco el foro de nuestro pueblo, seguidamente cuento la historia de un gato, en este caso gata, que había en nuestra casa.
Mi padre erra un gran amante de los animales, siempre les trataba con mucho cariño y respeto, nunca les maltrataba jugaba con ellos, como en todas las casas o sino en todas si en la mayoría de las casas del pueblo, en casa de mis padres los animales fueron desapareciendo, desaparecieron todos, todos menos el gato, en este caso gata como dije anteriormente y mi padre jugaba con ella, haciéndola rabiar, tirándola del rabo y cuarenta diabluras, que el pobre animal aguantaba con mucha paciencia.
El comportamiento que tenia hacia mí era diferente, era esquiva, no dejaba nunca que me acercara, siempre estaba ala defensiva, pero cuando falleció mi padre, el pobre animal cambio completamente de actitud y cada vez que yo aparecía por el pueblo, (porque yo como otros muchos también tuve que emigrar) aquel animal parecía que de antemano sabía de mi cercana presencia, siempre que abría las carreteras para guardar el coche, me la encontraba de frente, erguida todo lo que podía sobre las cuatro patas, con el rabo levantado y maullando, como dándome la bienvenida. Sí, creo que fue el fallecimiento de mi padre, lo que la hizo cambiar la actitud de aquel animal. También cambie yo y cada vez que me acercaba al pueblo, la hacía caricias y empecé a jugar con ella, como anteriormente lo había hecho mi padre y aquel noble animal, poco a poco, fue cogiendo más confianza.
Era un animal que jamás se alejaba de lo que era el recinto de la casa, pero en dos ocasiones, coincidiendo que yo había estado esos dos fines de semana alternos en el pueblo, mi madre se dio cuenta, que la gata había desaparecido los dos días posteriores a mi presencia en el pueblo, presentándose al tercer día con mal pelaje y con evidentes signos, de cansancio y fatiga.
No dimos importancia a la desaparición de la gata durante dos días, hasta que paso la tercera vez. Recuerdo que esa ocasión estuve bastantes días en el pueblo y el comportamiento de la gata cada vez era más amigable y cada vez la gustaba más acercarse hasta mi, levantándose todo lo que podía sobre las cuatro patas, encorvando hacia arriba la espina dorsal, con el rabo levantado y acariciándose cabeza y cuerpo sobre mis pantalones, con el clásico ronroneo de los gatos, hasta que de mi conseguía alguna caricia.
Terminados esos días de vacaciones, vuelta a la ciudad para seguir trabajando pues es lo que tocaba. Recuerdo que en aquellos días yo tenía el turno de mañana, con lo cual, tenía que salir de casa sobre las cinco y media, con el tiempo suficiente para coger el autobús. Nada más salir del portal de casa, debajo del primer coche que había aparcado en la acera, apareció medio cuerpo de un gato, medio gris, medio blanco, igual que la gata que había en casa de mis padres, el pobre animal al verme, dio dos maullidos y un poco asustado, se escondió por debajo del coche, lo llame en dos ocasiones, seguía maullando, pero no apareció, entonces seguí el camino destino al trabajo.
No le di mucha importancia a lo sucedido, hasta la semana siguiente que hable con mi madre y me dijo, que la gata había desaparecido durante cuatro días y que, había llegado tan mal a casa, prácticamente sin tenerse en pie, con las patas sangrando y con las pezuñas desechas, como si hubiera estado caminando durante mucho tiempo, mi madre trato de reanimar a la gata, comprando pescado para que comiera, pero el pobre animal se negó a comer y al día siguiente falleció.
Siempre me quedara la duda, si el gato que vi debajo del coche de mi portal, seria en realidad la gata de la historia, de esta historia totalmente cierta que he contado.
Saludos.