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VILLEL DE MESA

La dimensión positiva de la muerte

Los caminos de los cementerios serán las sendas que nos conducirán a visitar a nuestros difuntos.

Al día siguiente de la fiesta de Todos los los Santos, la Iglesia recuerda a todos los hombres y mujeres que han llegado al término de su vida y pide por sus almas en el día de los fieles Difuntos. Fundamenta esta tradición en dos creencías que tenemos los cristianos.

Todos formamos un solo cuerpo: el Cuerpo de Cristo (Cf. 1Co 12,12-31), por lo que no podemos desentendernos de los miembros que ya nos han precedido en la muerte; y resucitaremos un día de entre los muertos, del mismo modo que Cristo ha resucitado. La fe en la resurrección descansa en la fe en que Dios "no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12,27)

La conmemoración de los Fieles Difuntos, popularmente llamada Día de Muertos o Dia de Difuntos, es una celebración cristiana que tiene lugar el día 2 de noviembre, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación.

La Iglesia primitiva acostumbraba a celebrar el aniversario de la muerte de un mártir en el lugar del martirio. Frecuentemente los grupos de mártires morían el mismo día, lo cual condujo naturalmente a una celebración común. En la persecución de Diocleciano, el número de mártires llegó a ser tan grande que no podía separar un día para asignársela. Pero la Iglesia, sintiendo que cada mártir debería ser venerado, señaló un día en común para todos. La primera muestra de ello se remonta a Antioquía en el Domingo antes de Pentecostés.

Gregorio III (731-741) consagró una capilla en la basilica de San Pedro a todos los santos y arregló el aniversario para el 1 de noviembre. Gregorio IV extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia a mediados del siglo IX.

La muerte

A todos nos preocupa la muerte, sin embargo, para los cristianos no debe ser motivo de angustia y desesperación. A través de la muerte, el hombre consigue llegar a su fin último, que es volver a Dios de quien procede. Sabemos que un día vamos a resucitar, pero para esto es necesario "dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor" (2 Co 5,8)

La muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están sometidas al tiempo, en el cual cambiamos, envejecemos y, como todo ser vivo, tenemos un término, que es la muerte. Ante esta realidad, debemos pensar que contamos con un tiempo, limitado, para llevar a término nuestra vida y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. La muerte fue transformada por Cristo. Jesús, Hijo de Dios, sufrió también la muerte, propia de la condición humana. Su obediciencia transformó la maldición de la muerte en bendición y promesa de resurrección (Cf. Rm 5,19-21.

Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. La novedad consiste en que por el Bautismo el cristiano está ya sacramentalmente muerto con Cristo, para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfeccciona nuestra incorporación a Él en su acto redentor.

En la muerte Dios llama al hombre hacía sí. Es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia de Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último descanso. El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús y ve la muerte como una ida hadcia Él y la entrada en la vida eterna.

Esperanza de la Resurrección

Resucitar quiere decir volver a la vida aún muerto. La esperanza en la resurreción corporal de los muertos se impuso como una consecuencia lógica de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. Esperar la resurrección es otro misterio de la vida cristiana, que se fundamenta en las promesas hechas por Dios en su Palabra.

Lo más antiguo que se conoce es una celebración celta en las Islas Británicas, llamada Samhain, que tenía como objetivo dar culto a los muertos (siglo I aC.)
La religión que tenían se llamaba druidismo, celebraban a principios de noviembre (a la mitad del equinoccio de verano y el solsticio de invierno) y, con la fiesta del Samhain se iniciaba el año nuevo celta. Los sacerdotes druidas servían de médiums para comunicarse con sus antepasados esperando ser guiados en esta vida hacia la inmortal; creían que sus espiritus venían en esta fecha a visitar a sus antiguos hogares. Con la evangelización terminó por desaparecer el druidismo en la mayoría de las comunidades celtas a finales del siglo II de nuestra era.

Se deben aprovechar estas tradiciones para iluminar con la fe cristiana la pena que nos deja la muerte de un ser querido, para orar en familia por su alma y para reflexionar y enseñar, sobre todo a los más pequeños, haciéndonos algunas preguntas: ¿dónde están ahora nuestros difuntos, ¿tenemos que estar siempre tristes por quienes queremos y ya murieron?, ¿que nos puede consolar? ¿qué nos espera después de esta vida?, ¿qué nos dio Dios por medio de esta persona a quien estamos recordando? Los cristianos creemos en la resurreción, así es que: ¿cómo hemos de vivir?

Es sobre todo muy importante dedicar nuestras buenas obras y oraciones para las almas de nuestros seres queridos y de todos los fieles difuntos para que alcancen el perdón de sus culpas y puedadn gozar de la presencia del Dios en el cielo.

Crónica en el semanario de Catalunya Cristiana (Barcelona, 30 de Octubre 2011.´
página 16 Hermenegildo Pedro Larrad Pérez. Diácono. Pastoral, tanatorio de Les Corts. Barcelona.


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