No recuerdo las fechas en que yo llegaría al pueblo, y quedaría tristemente sorprendido, por el silencio, como si se tratara de una ciudad abandonada.
Detuve mi coche cerca de la morera (crero era primavera) y solo "el tío Anacleto" me recibió con un caluroso apretón de manos.
Esto parece una ciudad desierta- dije- y charlaríamos de mil cosas.
De inmediato me dirigí al"Llano de Romanones" y reaparecieron mis años niños, entre los olivares de mi abuelo, que ya la mitad de ellos no lo eran y si me imaginé, los hermosos melones y tomates, que con un pedazo de pan, comia a la sombra de alguno de los nogales.
Regresé al pueblo: ni una yunta en el Llano, nu una yunta el la era: pareciera, que niños y mayores se les hubiera tragado la tierra...
-Casi todos se han ido a la ciudad-Me había dicho el Tio Anacleto. Setí pena: sentí pena porque siempre tuve el deseo de mí jubilación fuera en el pueblo que me vio nacer, decepción porque las tiendas ya no estaban, y solo algunos mayores que yo o al rededor de mi edad, les viera a la hora de partir sentados en las viejos bandos de piedra de la plaza... No había niñas que jugaban al corro... sin embargo me empeñé en escuchas sus canciones, al igual que me viera y jugando con mi padilla, a las liebres o a aquellos sencillos juegos.
Me asomé al postigo. un tractor, rugía curvas arriba, y a su llegada a la plaza me acerqué, no era del pueblo. Me acerqué a la casa del Rosendo, y sentado sobre una piedra escribí:
Y mu cargas las mulas
Y mu empinás las cuestas.
Y torcías las amugas...
y recuerdos que cuelgan
desangrando en espigas
las mas niñas creencias.
Y me dirigí a la Calle del horno.! Ah el progreso, ya había luz en el portal y en la negra cocina!... Y recordé: recordé que solo había una bombilla en la espaciosa sala, cuando yo dejara aquello por la cuidad.
Y me senté en un viejo y destartalado taburete´.
Colgaban aún algunas sartenes y cazos de clavos de herrero, y el palo de donde la Victoria...! Pobres madres de entonces! "Allí estaba ella, haciendo calceta. Alli estaba mi abuela, enredando de vez en cuando, las brasas, arrimando o vigilando el puchero, que con muy poca cosa sabía a gloria. Y yo sentado en un posón de esparto, relleno de paja a su lado, viendo con que habilidad, mi abuela manejaba la rueca, bajo la débil llama, colgado de la negra chimenea.
Los aperos de labranza había desaparecido, todo era una pesada soledad.
Me despedí de algunos, viejos que no les habia enganchado mujer alguna, y quise parar en el Puente, y darme una vuelta por el viejo molino: el mismo silencio: la misma soledad.
En su parte trasera, invadida de zarzas y maleza, quise recordar a aquella amiga que tuve en mi niñez. Sonreí y creo que fuera mi sonrisa lo mas parecido a una mueca de tristeza.
Hasta las aves, a muchas aves y pajarillos eche de menos. Decepcionado, con un pesado dolor, vega arriba hice una parada, en la presa, y entre los chopos recordaría una aventura amorosa... ya había crecido.
Ya había crecido, y ya miraba a las mozas, de modos diferente. en estos pensamientos, Tajuña arriba, otra parada, entre la carretera y el río: allí reuní una piedras, como monumento a besos que nacieron, y besos que se perdieron. Y me encontre con Archilla. parada obligada, por una aventura, días antes de irme al Servicio militar. Brihuega luego, donde comí, y camino de Zaragoza, Logroño, santader luego y después Paris.
Allí recordaría un día a orillas del Seine, escribiría:
Cuando un chavalillo
se quedó callado
y luego mas tiempo,
y nada decía...
Cuando el chavalillo
mirando p ¡alcielo
viera el cielo suya
ya sin golondrinas...
Y viera en los campos
las aves huidas
lloró mucho tiempo
por su tierra herida.
libertad.
Detuve mi coche cerca de la morera (crero era primavera) y solo "el tío Anacleto" me recibió con un caluroso apretón de manos.
Esto parece una ciudad desierta- dije- y charlaríamos de mil cosas.
De inmediato me dirigí al"Llano de Romanones" y reaparecieron mis años niños, entre los olivares de mi abuelo, que ya la mitad de ellos no lo eran y si me imaginé, los hermosos melones y tomates, que con un pedazo de pan, comia a la sombra de alguno de los nogales.
Regresé al pueblo: ni una yunta en el Llano, nu una yunta el la era: pareciera, que niños y mayores se les hubiera tragado la tierra...
-Casi todos se han ido a la ciudad-Me había dicho el Tio Anacleto. Setí pena: sentí pena porque siempre tuve el deseo de mí jubilación fuera en el pueblo que me vio nacer, decepción porque las tiendas ya no estaban, y solo algunos mayores que yo o al rededor de mi edad, les viera a la hora de partir sentados en las viejos bandos de piedra de la plaza... No había niñas que jugaban al corro... sin embargo me empeñé en escuchas sus canciones, al igual que me viera y jugando con mi padilla, a las liebres o a aquellos sencillos juegos.
Me asomé al postigo. un tractor, rugía curvas arriba, y a su llegada a la plaza me acerqué, no era del pueblo. Me acerqué a la casa del Rosendo, y sentado sobre una piedra escribí:
Y mu cargas las mulas
Y mu empinás las cuestas.
Y torcías las amugas...
y recuerdos que cuelgan
desangrando en espigas
las mas niñas creencias.
Y me dirigí a la Calle del horno.! Ah el progreso, ya había luz en el portal y en la negra cocina!... Y recordé: recordé que solo había una bombilla en la espaciosa sala, cuando yo dejara aquello por la cuidad.
Y me senté en un viejo y destartalado taburete´.
Colgaban aún algunas sartenes y cazos de clavos de herrero, y el palo de donde la Victoria...! Pobres madres de entonces! "Allí estaba ella, haciendo calceta. Alli estaba mi abuela, enredando de vez en cuando, las brasas, arrimando o vigilando el puchero, que con muy poca cosa sabía a gloria. Y yo sentado en un posón de esparto, relleno de paja a su lado, viendo con que habilidad, mi abuela manejaba la rueca, bajo la débil llama, colgado de la negra chimenea.
Los aperos de labranza había desaparecido, todo era una pesada soledad.
Me despedí de algunos, viejos que no les habia enganchado mujer alguna, y quise parar en el Puente, y darme una vuelta por el viejo molino: el mismo silencio: la misma soledad.
En su parte trasera, invadida de zarzas y maleza, quise recordar a aquella amiga que tuve en mi niñez. Sonreí y creo que fuera mi sonrisa lo mas parecido a una mueca de tristeza.
Hasta las aves, a muchas aves y pajarillos eche de menos. Decepcionado, con un pesado dolor, vega arriba hice una parada, en la presa, y entre los chopos recordaría una aventura amorosa... ya había crecido.
Ya había crecido, y ya miraba a las mozas, de modos diferente. en estos pensamientos, Tajuña arriba, otra parada, entre la carretera y el río: allí reuní una piedras, como monumento a besos que nacieron, y besos que se perdieron. Y me encontre con Archilla. parada obligada, por una aventura, días antes de irme al Servicio militar. Brihuega luego, donde comí, y camino de Zaragoza, Logroño, santader luego y después Paris.
Allí recordaría un día a orillas del Seine, escribiría:
Cuando un chavalillo
se quedó callado
y luego mas tiempo,
y nada decía...
Cuando el chavalillo
mirando p ¡alcielo
viera el cielo suya
ya sin golondrinas...
Y viera en los campos
las aves huidas
lloró mucho tiempo
por su tierra herida.
libertad.
Buenos dias Juan, cuantos recuerdos por tu pueblo y cuanta soledad verdad, mucho echar en falta tantas y tantas cosas del ayer, que ya ves... sin nada que felices.... ahora en los pueblos hay mucho progreso, muchas mejoras, pero esa union que habia hasta entre vecinos se va perdiendo, asi pasa en mi pueblo, recuerdo cuando mi calle eran solo casas de una planta, las noches al fresco en mis tiempos de niña, jugando sin peligros, y escuchando las animadas conversaciones de los mayores con el botijo en la puerta y ahora mira... bloques y mas bloques... ya ni los vecinos del mismo bloque casi nos conocemos, todo se va perdiendo.... que pena... pero bueno nos quedan los recuerdos....
Un millon de besos y sigue manteniendo esos recuerdos que te atan a la vega del Tajuña...
Un millon de besos y sigue manteniendo esos recuerdos que te atan a la vega del Tajuña...