Cada
rincón de
Sigüenza lo tengo metido en el alma, quizás esté incluso en mi código genético. Pasé allí unos años fundamentales en la vida de una persona: la adolescencia, y allí me pasaron muchas cosas por primera vez. Estuve en un
colegio de curas donde entre la represión de la educación católica también pasaron cosas maravillosas como la
amistad, el esfuerzo, la ilusión y las ganas de vivir.