ROMANILLOS DE ATIENZA: LA ULTIMA BARBERÍA...

LA ULTIMA BARBERÍA

Por la mañana temprano, en la casa del tío Nicolás, se encencía el fuego que como en el resto de las casas, servía para calentar y cocinar (por lo general desayuno: patatas guisadas, mediodía: cocido, cena: judías pintas) pero además de los pucheros del cocido había otros añadidos que calentaban agua. ¿Con qué fin?. Muy sencillo, el tío Avelino de Miedes, el barbero, llegaba ese día de la semana a cortar el pelo y a rasurar algunas barbas. En aquellos tiempos y lugares el afeitado diario no se estilaba y las barbas, como dice el refrán, debían estar bien remojadas.

Así en la habitación libre de la planta baja, el tío Avelino, con sus tijeras, maquinilla de cortar pelo y su buena navaja de afeitar, ejercía su oficio mientras daba noticias de lo que acontecía en los otros pueblos que visitaba. En el portal, a modo de sala de espera, los hombres compartían espacio con las gallinas. Un dato económico: la renta del local y asistencia se establecía en el corte y rasurado gratis a los varones de la casa.

Con la emigración el tío Avelino se fue quedando sin clientela y él hizo lo mismo emigrando a Barcelona quedando un vacío que, como tantos otros no se ha reemplazado.


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