Hace tres días que acabo de estar en este "lavadero", por más señas, el de dentro.
Era un lugar de mujeres, casi "su lugar", como una especia de santuario. Algún que otro atrevido mozo husmeaba por allá entre la risotadas de las más jóvenes y las amenazas de cuatro manotazos de agua.
Hora y horas lavando a mano, esas manos comidas por los estropajos y las lejías.
Días y días en las heladas de invierno o la frescura del agua fría en las calurosas "agostadas"..
Blancas, inmaculadas sábanas al sol, que los chicos comenzábamos ya a regar al mediodía sin que ello fuera en menoscabo de la virilidad, allá por los cincuenta y tantos.
Era un lugar de mujeres, casi "su lugar", como una especia de santuario. Algún que otro atrevido mozo husmeaba por allá entre la risotadas de las más jóvenes y las amenazas de cuatro manotazos de agua.
Hora y horas lavando a mano, esas manos comidas por los estropajos y las lejías.
Días y días en las heladas de invierno o la frescura del agua fría en las calurosas "agostadas"..
Blancas, inmaculadas sábanas al sol, que los chicos comenzábamos ya a regar al mediodía sin que ello fuera en menoscabo de la virilidad, allá por los cincuenta y tantos.