Los hechos se precipitaron con la muerte de su esposo, el rey Francisco veía a su hijo triste y abatido (de hecho le llamaban "el bello tenebroso"), y le sugirió a Diana que le animara. Ella, aunque aún dolida, consintió a hacerlo su galán, dentro de la amplia tradición medieval del amor cortés, permitiendo el enamoramiento, pero no las relaciones físicas.