A la sazón, los británicos se dedicaban al contrabando y a la piratería, ambas cosas muy perseguidas y gravemente castigas por los españoles. Jenkins, capitán contrabandista, fue castigado por las autoridades españolas y le cortaron una oreja. Jenkins compareció ante el Parlamento británico para mostrar la violencia con que había sido sancionado. Robert Walpole (Houghton, 1676-Londres, 1745), primer ministro británico, utilizó la vía diplomática para zanjar el conflicto, pero la Compañía de los Mares del Sur se opuso al proyecto, aceptado ya por Felipe V de España, viéndose obligado el monarca español a declarar la guerra a Gran Bretaña.