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VILLAREJO DE FUENTES: CAMPANAS, ESQUILAS Y CENCERROS...

CAMPANAS, ESQUILAS Y CENCERROS

La noticia, divulgada por las mujerucas del pueblo, desde las comidillas en las tiendas y tahonas del pueblo, también llegó hasta los varones del lugar, y en las tabernas entre chato y chato de manchuelo, unos y unas la creyeron de inmediato como dogma de fe, otros, algo escépticos la dudaron, al menos con los detalles con que les había llegado, y finalmente los totalmente adversos la negaron y para si pensaron que tan solo eran maledicencias del momento.

El caso que el hasta entonces tranquilo Tarancón no vivía una agitación social igual desde la explosión del polvorín, allá por finales de julio de 1949.

El cacique del pueblo, el que ostentaba el nombre más conocido en las Notarias de los partidos judiciales de la provincia, y por ende el más repetido en los Catastros y Registros de la Propiedad, el tío Preñacabras, había pedido en matrimonio, bueno unos dicen que pedido o otros que exigido, a la muy joven y bellísima Elvirita, hija de un herrero que no podía aportar al matrimonio bien material alguno, tan solo una cara angelical, con una sonrisa orlada de perlas, unos graciosos hoyuelos en sus mofletes, y los ojazos negros como noche sin luna, adornados con largas y finísimas pestañas, su cabellera lucia cual azabache brillante, sujeta por modestas horquillas que según que peinado unas veces le cubría las sienes, otras la frente.

Este rumor, de boca en boca mas de una semana, removió la tranquilidad del adormilado pueblo, entre una inmensidad de campos cerealistas, viñas y olivares, que alza sus blancas casas de labrantío, cuya antigüedad es fácil adivinar, por el color de sus tejas morunas, de reciente construcción cuando aún permanecen rojizas, de muy antiguo emplazamiento las que ya tiraban a gris-negro, y de entre ellas sobresale desde el siglo XV la monumental Iglesia de Nuestra Señora de Asunción, después de reparados los daños de la explosión del polvorín, guardando en su interior la joya de un tan enorme como esplendido retablo plateresco. También se orna el pueblo con la Iglesia y torre de San Francisco y elevando la vista hacia los campos inmediatos, a una media legua, se divisa el Santuario de la Virgen de Riansares, restaurados ya los daños que le ocasionó la incivil guerra.

El egoísmo de las familias con adornos caciquiles no salían de su asombro, muy enamorado, o muy “encoñado” debía de estar el prohombre Preñacabras, ¿Como era posible que un amo de la cuarte parte del termino, con diez altas tinajas en su cueva, y moderno lagar sobre la misma, y seis yuntas de jóvenes y elegidas mulas, más un caballo jerezano tan brioso como de fina estampa, que lucia uncido al faetón con que recorría sus campos? Y con el que en ocasiones visitaba a las familias de sus mejores peones, mientras que la moza que lo tenia engatusado, para saciar sus hambres tenia que trabajar en la limpieza de casas, y en robar descaradamente de los arboles frutales, las mas de las veces frutos sin sazón.

Los bienpensantes coros de terratenientes patrones, exclamaban casi al unísono ¡Correría sangre si levantase la cabeza la tía Agueda la primera mujer de Preñacabras!, y viese que su casona de la calle de la Iglesia, su hacienda rural, su despacho, y dormitorio con aquella cama de unas amplitud exagerada con sus cabezales de rica madera y enrevesados adornos, tallado todo el mueble por ebanistas portugueses, estaba en trance de ser gozado por una pobretona extraña.