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VILLAREJO DE FUENTES: que horas antes estaban sentados en su mesa, atragantándose...

que horas antes estaban sentados en su mesa, atragantándose con sus viandas y sus buenos vinos. ¡Estos también!. Algunas haces de siega seca ardían con rojiza llama, y el resplandor del incendio abarcaba el corro principal de la cencerrada, dejando en la oscuridad al resto de la muchedumbre, ésta mas curiosa que participe.

Allí estaban los autores material. El Desgarrado al frente y toda la parentela de la seña Agueda. Pero lo que más sublevaba al Preñacabras era que estuviera allí Lucifer acompañando con su dulzaina las indecentes coplas, cuando el muy ladrón había recibido horas antes cinco duros como cinco soles por su trabajo en la boda. ¡Y como se reía aquel hereje cada vez que su amigo el Desgarrado cantaba una desvergüenza!

Había que hacer un disparate.

Lo que más irritaba al tío Preñacabras, aunque el no lo manifestase, era ver que aquel baldón a su persona era el espectáculo de medio pueblo, los mismos que antes le temían, o los que humildemente le imploraban su favor. Su buena estrella se nublaba ¿Se estaba eclipsando?. Estaba perdiendo el respeto y consideración de todos después de su capricho de casarse con una moza, pobre, joven y guapa.

Se desadormecía su soberbia de hombre pétreo, acostumbrado a imponer su ley y voluntad, y tremolaba de pies a cabeza ante los feroces insultos.

Se resignaba con el ruido, que golpeasen cuanto quisieran, pero que no cantase aquel perdido, pues sus coplas le aglomeraban la sangre a los ojos.

Pero el Desgarrado era incansable, la gente cogía las coplas con aullidos de entusiasmo, y el viejo, ya trastornado, se hacia atrás, como si en la oscuridad del dormitorio fuese a buscar algo.

Aún permaneció en la rendija del ventanillo viendo como la multitud abría paso a algunos compadres del Desgarrado que conducían en hombros un objeto largo y negro.

-! Gloria … Gloria … Gloria! - vociferaban, burlándose del canto de los entierros.

Y el novio vio pasar en la punta de un palo, a modo de un guión, unos cuernos enormes, leñosos y retorcidos, y después un tosco féretro, en cuyo fondo descansaba un monigote con dos grandes marañas de pelo en el lugar de las cejas. ¡Cristo, aquello era para él!

Rugió, y por las comisuras de sus labios apareció una espuma blanca. Se apartó del ventanillo, buscó a lo largo de la pared, a tientas, en la oscuridad, algo apoyó en su rostro, contraído por la rabia, y sonaron dos truenos, que hicieron parar en seco la ruidosa cencerrada. Había disparado a ciegas, pero tal era su deseo de matar, que estaba seguro de haber acertado.

Se apagaron las rojas antorchas, se oía el rumor de la gente que huía apresurada, y algunas voces gritaban desde la calle.

-! Mal bicho … Asesino..! ….! El Preñacabras se ha asomado!.... ¡Granuja!.

Pero el recién casado nada oía. Estaba plantado en medio de la alcoba, como asombrado de lo que habia hecho, con la caliente escopeta quemandole las manos.

Elvirita, poseída de pasmo, gimoteaba histérica en el suelo. Su estertor ansioso era lo único que oía él, y dirigiendo su furia a lo que mas cerca tenia, murmuraba con ferocidad.

- ¡Calla cojones ….. calla o te mato a ti!

El Preñacabras no salió de su estupor hasta que golpearon rudamente la puerta de la calle.

- ¡Abran a la Guardia Civil!

Debían de haberse levantado los criados mucho antes, pues la puerta se abrió, acercándose a la alcoba el ruido de culatas y el claveteado de las botas.

Cuando el tío Preñacabras salió a la calle entre los dos guardias vio el cadáver del Desgarrado hecho una criba. No se había perdido ni un perdigón.

Los compañeros del muerto amenazaban de lejos con sus navajas, hasta el dulzainero Lucifer, tambaleándose por el vino y la emoción, le apuntaba fieramente con su dulzaina, pero él nada veía, y se alejó cabizbajo, murmurando con amargura.

- Bonita noche de novios.

FIN