.... y sin dejarle pelo en las barbas le molieron a coces y le dejaron en el suelo tendido sin aliento ni sentido; y, sin detenerse un punto, tornó a subir el fraile todo temeroso y acobardado y sin color en el rostro; y cuando se vio a caballo, picó tras su compañero, que un buen espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en que paraba aquel sobresalto, y sin querer aguardar el fin de aquel comenzado suceso, siguieron su camino, haciendose más cruces que si llevaran el diablo a la espalda.
Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablándole a la señora del coche, diciedole:….
Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablándole a la señora del coche, diciedole:….
...
…Y arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno. con determinación de quitarle la vida. El vizcaino, que así le vio venir aunque quisiera apearse de la mula, que por ser esta de las malas de alquiler, no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien queque se halló junto al coche, de donde pudo tomar una almohada, que le sirvió de escudo, y luego se fueron, el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerles en paz; más no pudo, por que decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le dejaban acabar su batalla, que el mismo había de matar a su amay a toda la gente que le estovase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una cuchillada a Don Quijote, encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote que sintió la pesadumbre de aquél desaforado golpe, dio una gran voz, diciendo:…..
…Y arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno. con determinación de quitarle la vida. El vizcaino, que así le vio venir aunque quisiera apearse de la mula, que por ser esta de las malas de alquiler, no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien queque se halló junto al coche, de donde pudo tomar una almohada, que le sirvió de escudo, y luego se fueron, el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. La demás gente quisiera ponerles en paz; más no pudo, por que decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le dejaban acabar su batalla, que el mismo había de matar a su amay a toda la gente que le estovase. La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una cuchillada a Don Quijote, encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura. Don Quijote que sintió la pesadumbre de aquél desaforado golpe, dio una gran voz, diciendo:…..