Hola paisanos: me alegro que lo del Terremoto solo haya quedado en un susto sin causar daños a las personas ni a la estructura de las casas
Por uno de mis "Chispazos" recientes en la tertulia con los amigos mientras nos tomabamos un cafe, tuve cantidubi de enhorabuenas y congratulations por la buena idea. La idea que exponía era a consecuencia de la actualísima diatriba entre monarquía y república, y decia que, puesto que a un heredero de la corona se le prepara durante toda su vida para desempeñar su cargo, porqué a un primer ministro, o presidente de gobierno, o diputado, o consejero o alcalde, no se le prepara para ejercer un servicio público del cual vive opíparamente, donde se le inculque capacidad, equidad y honradez, sobretodo honradez, óiga usted...
Pues nada... que gustó la idea. Yo decía que habría que instituir una universidad, un instituto, un algo, que formara al político, y que le inculcara los conocimientos que no tiene, los valores que ha olvidado o no ha conocido en su vida, la ética que... bueno, dejémoslo. Es que resulta demencial, por ejemplo, que un embajador, que ha tenido que estudiar un carrerón de la hostitú, luego le mande un burro como Bush, o como Berlusconi, por no acudir a la cuadra propia.
Y aquí estamos en el resbaladizo tema de los políticos y los técnicos, de los que mandan y de los mandaos. ¿Qué criterio debe imponerse en según qué casos?.. Pues como las normas y las leyes las marcan los políticos, pues ya se sabe: cuando conviene se les ordena, y cuando vienen mal dadas se usan de escudos. Sobran ejemplos en ayuntamientos, comunidades, estado... Si un funcionario que funciona - haberlos háylos, no crean - dice que noni a las pretensiones de su jefe político, lo más seguro es que lo mande a galeras en la próxima leva. Y su luego sale la marrana mal capá, pues con decir que él se limita a seguir lo que sus técnicos firman, pues listo el bote, Pepote... ¿A que les suena el cuento?.. Sí, es muy común, muy, muy común.
Habría, claro, que desarrollar un código ético de cágate lorito, y establecer unos límites y funciones a respetar rigurosamente so pena de cese inminente. Y enseñarlo, y obligarlo a usarlo. Pero esas enseñanzas no se aprenden en un partido político, si no la triquiñuela contraria. Debería ser un órgano suprapolítico quien impusiese unas reglas del juego inviolables, pues no se puede dejar eso en manos de los tahures, ni poner a las zorras a guardar gallinas.
Pero sí, es cierto que en estos tiempos que corren es cuando hacen tilín todas esas paridicas soltadas a vuelapluma: Una escuela para políticos. ¡Guay!, ¡qué buena idea!.. Possí... nos hace mucha falta, pues nada más que nos llegan golfos, mangantes, inútiles, prepotentes y prepotontos. Como moscas a un panal de rica miel... Éstos tendrían que repetir curso ad eternum, pero bueno, algo aprovechable saldría de ahí, ¿no..?
I como habréis notado estos dias ya estamos en pleno mercadillo político. Las elecciones –que este año justifican su plural– están a las puertas y los políticos ya han plantado sus puestos en la calle y han empezado a vocear las ofertas de su programa electoral. Ayudas para los autónomos, bajadas de retenciones, menos impuestos, carreteras nuevas, guarderías para todos, polideportivos maravillosos... todo tiene cabida en este gran mercadillo en el que ya se han metido los políticos y por el que se pasean los ciudadanos con poca o ninguna confianza. Gritar las ofertas forma parte de los encantos de los mercadillos que semanalmente se plantan en las calles para acercar a los ciudadanos alimentos frescos y productos de necesidad a buenos precios, pero cuando hablamos de mercadillo político, el asunto comienza a vulgarizarse. Los partidos han conseguido que con cada oferta tengamos claro que lo que nos ofrecen es gato por liebre. Además, en los mercadillos de verdad, hasta tienes la opción de cambiar un producto si no te gusta el resultado. Con los programas electorales incumplidos quizá debería ocurrir lo mismo. Aun que, siempre tienes la opción de ir a comprar a otro puesto
Un abrazo y saludos para las buenas gentes de este foro
Juan
Por uno de mis "Chispazos" recientes en la tertulia con los amigos mientras nos tomabamos un cafe, tuve cantidubi de enhorabuenas y congratulations por la buena idea. La idea que exponía era a consecuencia de la actualísima diatriba entre monarquía y república, y decia que, puesto que a un heredero de la corona se le prepara durante toda su vida para desempeñar su cargo, porqué a un primer ministro, o presidente de gobierno, o diputado, o consejero o alcalde, no se le prepara para ejercer un servicio público del cual vive opíparamente, donde se le inculque capacidad, equidad y honradez, sobretodo honradez, óiga usted...
Pues nada... que gustó la idea. Yo decía que habría que instituir una universidad, un instituto, un algo, que formara al político, y que le inculcara los conocimientos que no tiene, los valores que ha olvidado o no ha conocido en su vida, la ética que... bueno, dejémoslo. Es que resulta demencial, por ejemplo, que un embajador, que ha tenido que estudiar un carrerón de la hostitú, luego le mande un burro como Bush, o como Berlusconi, por no acudir a la cuadra propia.
Y aquí estamos en el resbaladizo tema de los políticos y los técnicos, de los que mandan y de los mandaos. ¿Qué criterio debe imponerse en según qué casos?.. Pues como las normas y las leyes las marcan los políticos, pues ya se sabe: cuando conviene se les ordena, y cuando vienen mal dadas se usan de escudos. Sobran ejemplos en ayuntamientos, comunidades, estado... Si un funcionario que funciona - haberlos háylos, no crean - dice que noni a las pretensiones de su jefe político, lo más seguro es que lo mande a galeras en la próxima leva. Y su luego sale la marrana mal capá, pues con decir que él se limita a seguir lo que sus técnicos firman, pues listo el bote, Pepote... ¿A que les suena el cuento?.. Sí, es muy común, muy, muy común.
Habría, claro, que desarrollar un código ético de cágate lorito, y establecer unos límites y funciones a respetar rigurosamente so pena de cese inminente. Y enseñarlo, y obligarlo a usarlo. Pero esas enseñanzas no se aprenden en un partido político, si no la triquiñuela contraria. Debería ser un órgano suprapolítico quien impusiese unas reglas del juego inviolables, pues no se puede dejar eso en manos de los tahures, ni poner a las zorras a guardar gallinas.
Pero sí, es cierto que en estos tiempos que corren es cuando hacen tilín todas esas paridicas soltadas a vuelapluma: Una escuela para políticos. ¡Guay!, ¡qué buena idea!.. Possí... nos hace mucha falta, pues nada más que nos llegan golfos, mangantes, inútiles, prepotentes y prepotontos. Como moscas a un panal de rica miel... Éstos tendrían que repetir curso ad eternum, pero bueno, algo aprovechable saldría de ahí, ¿no..?
I como habréis notado estos dias ya estamos en pleno mercadillo político. Las elecciones –que este año justifican su plural– están a las puertas y los políticos ya han plantado sus puestos en la calle y han empezado a vocear las ofertas de su programa electoral. Ayudas para los autónomos, bajadas de retenciones, menos impuestos, carreteras nuevas, guarderías para todos, polideportivos maravillosos... todo tiene cabida en este gran mercadillo en el que ya se han metido los políticos y por el que se pasean los ciudadanos con poca o ninguna confianza. Gritar las ofertas forma parte de los encantos de los mercadillos que semanalmente se plantan en las calles para acercar a los ciudadanos alimentos frescos y productos de necesidad a buenos precios, pero cuando hablamos de mercadillo político, el asunto comienza a vulgarizarse. Los partidos han conseguido que con cada oferta tengamos claro que lo que nos ofrecen es gato por liebre. Además, en los mercadillos de verdad, hasta tienes la opción de cambiar un producto si no te gusta el resultado. Con los programas electorales incumplidos quizá debería ocurrir lo mismo. Aun que, siempre tienes la opción de ir a comprar a otro puesto
Un abrazo y saludos para las buenas gentes de este foro
Juan