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LA VENTOSA: No hay cosa mejor si vas a dar una vuelta por el campo,...

No hay cosa mejor si vas a dar una vuelta por el campo, que la compañía de un guía que haya sido pastor, y esta espléndida mañana mi guía ha sido mi hermano, que por haberlo sido en su niñez, conserva con nitidez en su memoria los caminos de antaño, (aunque los hayan arado), así como los nombres de cada paraje y la ubicación de las muchas higueras que hay en nuestros campos.
Salimos de casa al salir el sol, por el Olmo Felipillo, y ya disfrutamos probando las moras que se crían en el costón de la carretera en los antiguos Lavaderos, que este año son especialmente gordas.
Pasamos la Fuente Romana del Molino, y cogimos el camino de Culebras, y al llegar enfrente de la Fuente de la Peña, paramos en dos higueras pequeñas que hay a la izquierda del mismo, y ahí degustamos los primeros y exquisitos higos dulces, recién cogidos.
La conversación era amena como corresponde a la hermandad que nos une, y recordaba El sus años de pastorcillo cuando tenía 11 años, comparando aquellos años con la época actual. También recordábamos a nuestro hermano mayor que nos dejó hace cinco meses, y cómo le gustaba salir a muy temprana hora al campo, pasando en el mismo hasta casi mediodía, recibiendo la justa reprimenda de nuestra cuñada cuando volvía, por ir sin el móvil.
Pasamos por delante de la Fuente de los Arenales, (perdida en lo que a su frontal y pilón se refiere, pero no su rica agua que junto con la de la Fuente de la Jordana, se canalizó, y abastece la fuente que hay en la puerta del Ayuntamiento en su estado natural, es decir sin clorar), y un poco más adelante, antes de llegar a la Jordana, nos desviamos por las lomas del Cerro Hijoso, donde es difícil andar, porque su suelo está lleno de pedernales y llegamos a Navarredonda, y en esos parajes degustamos higos blancos y negros de las numerosas higueras centenarias que crecen en esos campos.
Al andar vamos sorteando los tomillos que crecen en esa zona, que junto a los verdes romeros y espinos nos llenas los pulmones de Naturaleza Viva.
Nos paramos un momento sin prisa por avanzar, extasiados por la belleza del Cerro el Cominillo con su verde ladera de carrascas, y el verdor de los olivos de su base, los Cañarejos, y la montaña adyacente al Cerro, que corona el término de Culebras. Es un espectáculo que está ahí cada día, pero que a esa temprana hora toma una especial importancia por el frescor de la mañana, los olores puros, el sabor de los higos recién cogidos, las bandas de pajarillos que, extrañados por nuestra presencia remontan el vuelo, y la compañía mutua de dos hermanos que no necesitan hablar para entenderse.
Tomamos el camino hacia el pueblo, por Vallejo Ardoso, avanzando entre campos de girasoles todos mirando hacia el sol, para recibir su luz y calor que hace que su fruto madure, aunque ya casi maduros, su torta mira hacia el suelo.
Vemos terrenos con rastrojos, esperando la lluvia para ser arados, y más campos de girasoles, y llegando al alto de Las Navas, contemplamos las viñas con sus uvas pintonas, casi maduras, en hermosos racimos blancos y negros, y los cerezos aún con sus hojas verdes, pero despojados del fruto que nos deleitó el paladar hace poco más de un mes, y terminando el llano aparece ante nosotros la imagen que todos llevamos grabada e nuestra mente y nuestro corazón. El Pueblo. Nuestro Pueblo.
Bajamos por la cuesta de la Ermita de la Caridad y aparece a nuestra derecha el valle hacia la Fuente Grande, y a nuestra izquierda el valle hacia la Cuesta y el Muro, por el que bajaban las ramblas que anegaban las cosechas y los huertos hasta el río, allá por los años 60.
Un poco más adelante aparecen ante nosotros los abandonados Covachos, refugio y vivienda de mucha gente en los años citados, testigos de una vida pasada, pobre pero digna, y que en otras provincias hubieran sido restaurados y conservados como Patrimonio del pueblo.
La visión a nuestra derecha del Vallejo, hacia los Lavaderos y el Molino del aceite, (ambos desaparecidos por la escasa afición cultural de nuestros distintos Alcaldes), y la entrada al pueblo, termina con un hermoso paseo que habrá que repetir más bien pronto.
Amigos/as del Foro, se que este es un escrito que a muchos lectores no les dirá casi nada, pero no he podido resistir la tentación de “llevar” a otros, el recuerdo de parajes que transitaron en su niñez y juventud, y que ahora, por las razones que sean no visitan. He querido que sepan que los parajes, higueras, viñas, tomillos, olores y más, ahí están y estarán durante siglos…
A todos os mando un afectuoso saludo, con el recuerdo de los Montes y Valles de vuestro pueblo. La Ventosa.
Manuel.