Queridos foreros. Ya estamos de vuelta de esta Semana Santa y con ganas de contaros, en calidad de reportera, el festejo de las gachas. Esta crónica la dedico especialmente a los que no pudieron asistir y a nuestro querido amigo Redero, por ser tan buena persona como es y MEJOR moderador de este foro.
Aunque la mañana del sábado se levantó despejada, muy pronto el cielo se tornó gris y amenazante. Más que primavera, pareciera que hubiera entrado el invierno y es que, hasta los elementos se dieron cita en este festival, recreando el ambiente más propicio, porque las gachas, nacieron para calentar por dentro.
Las 6 ó 7 lumbres que allí se dieron cita, se avivaron con la ayuda del viento, formando siluetas que cambiaban de dirección con tanto ímpetu que los encargados de conseguir esa mezcla mágica pareciera que mantuvieran una danza a su alrededor. De no haber llevado pantalones, habrían aparecido al instante esas cabritillas en las pantorrillas tan de moda en otros tiempos.
También las paletas danzaban de mano en mano como estilizadas bailarinas al ritmo del característico “pluf, pluf”, ese que hace posible sacar a la superficie la grasa sobrante y los imponentes saltos de altura de esas gotas de elixir que pronto íbamos a degustar.
Fue todo un homenaje a los sentidos. Los colores y olores se mezclaban con el bullicio alegre de la gente que sólo conseguían detener las voces que reclamaban algún ingrediente: ¿ande está la sal?, ¿quién tiene el pimentón?, o simplemente, ¡Uy copón qué güenas!, éstas ya están. Y justo, cuando las sartenes se colocaron a buen recaudo dentro del Silo, donde los comensales esperaban impacientes, tenedor y pan en mano, listos para dar buena cuenta de este sencillo manjar, el cielo dejó caer su mejor regalo, el agua que tanta falta hace. Fue un día maravilloso en el que me marqué un reto: practicar esta receta para relevar a mi madre cuando ya no pueda darnos el gusto.
Como no quiero dejarme a nadie en el tintero, un saludo a TODOS de Zoqueta.
Aunque la mañana del sábado se levantó despejada, muy pronto el cielo se tornó gris y amenazante. Más que primavera, pareciera que hubiera entrado el invierno y es que, hasta los elementos se dieron cita en este festival, recreando el ambiente más propicio, porque las gachas, nacieron para calentar por dentro.
Las 6 ó 7 lumbres que allí se dieron cita, se avivaron con la ayuda del viento, formando siluetas que cambiaban de dirección con tanto ímpetu que los encargados de conseguir esa mezcla mágica pareciera que mantuvieran una danza a su alrededor. De no haber llevado pantalones, habrían aparecido al instante esas cabritillas en las pantorrillas tan de moda en otros tiempos.
También las paletas danzaban de mano en mano como estilizadas bailarinas al ritmo del característico “pluf, pluf”, ese que hace posible sacar a la superficie la grasa sobrante y los imponentes saltos de altura de esas gotas de elixir que pronto íbamos a degustar.
Fue todo un homenaje a los sentidos. Los colores y olores se mezclaban con el bullicio alegre de la gente que sólo conseguían detener las voces que reclamaban algún ingrediente: ¿ande está la sal?, ¿quién tiene el pimentón?, o simplemente, ¡Uy copón qué güenas!, éstas ya están. Y justo, cuando las sartenes se colocaron a buen recaudo dentro del Silo, donde los comensales esperaban impacientes, tenedor y pan en mano, listos para dar buena cuenta de este sencillo manjar, el cielo dejó caer su mejor regalo, el agua que tanta falta hace. Fue un día maravilloso en el que me marqué un reto: practicar esta receta para relevar a mi madre cuando ya no pueda darnos el gusto.
Como no quiero dejarme a nadie en el tintero, un saludo a TODOS de Zoqueta.