Por qué parece que el tiempo pasa más rápido a medida que envejecemos
Esa sensación de que los días son más cortos tiene su explicación científica. Hay distintos factores relacionados con tu memoria, atención y biología que te hacen creer que el tiempo se acelera con los años. Quizás has notado que esos momentos de la infancia, cuando todo era nuevo y emocionante, se convertían en días largos y llenos de cosas por hacer. Ahora, las cosas son diferentes y en un abrir y cerrar de ojos te das cuenta que los días pasan más rápido que antes.
No es solo una impresión, la ciencia ha descubierto que distintos factores, como la rutina, la memoria y los cambios biológicos por los que atravesamos al envejecer, afectan nuestro modo de experimentar el tiempo
El “reloj biológico”. La mente no percibe el tiempo en términos de horas, sino en forma de secuencia de imágenes mentales. Cuando somos más jóvenes, nuestro cerebro puede interpretar esas imágenes con mayor velocidad y prestar más atención a los detalles. Eso nos da la sensación de que el tiempo es más lento, pues nuestra mente está procesando más información.
Además, ten en cuenta que cuando somos pequeños, todo a nuestro alrededor es nuevo y estamos experimentando muchas cosas por primera vez. Eso hace que la actividad mental sea más intensa y los días tengan más aprendizajes, por lo tanto, se sienten más largos.
En cambio, con la edad, son menos las novedades y hay más actividades rutinarias. Además, las investigaciones han demostrado que la velocidad neuronal de nuestro “reloj biológico” se hace más lenta. Y, al tener un metabolismo que trabaja más despacio, vemos cómo los días pasan más rápido.
Disminuye la atención y la memoria se comprime. También, a medida que envejecemos, se crean menos recuerdos y eso nos hace percibir el tiempo más corto. Por ello, los recordamos como momentos más fugaces. También, la memoria se hace más selectiva con la edad y solo almacenas experiencias más concretas. Por el contrario, durante la infancia nuestra atención es más plena, la memoria guarda más recuerdos y el tiempo se expande.
Las emociones acortan o alargan el tiempo. - Las emociones afectan tu manera de sentir el paso de los días. Cuando experimentas felicidad, entusiasmo o curiosidad es probable que percibas que el tiempo transcurre con más lentitud y lo disfrutes más. Sin embargo, el estrés, la ansiedad y la monotonía vuelven los días más cortos y agotadores.
En este caso, practicar el mindfulness te puede ayudar a concentrarte en el aquí y el ahora para dar más atención a las cosas que te dan satisfacción.
La ciencia nos confirma que el tiempo es una experiencia subjetiva, por ello lo importante es el modo cómo decides vivirlo. No puedes frenar el paso de los días, pero sí puedes hacer que cada momento sea más significativo. Prueba cosas nuevas, concéntrate en el presente para que cada instante tenga significado y da cabida a las emociones que te hacen bien. Así ya no medirás el tiempo en días u horas, sino en recuerdos valiosos…
Esa sensación de que los días son más cortos tiene su explicación científica. Hay distintos factores relacionados con tu memoria, atención y biología que te hacen creer que el tiempo se acelera con los años. Quizás has notado que esos momentos de la infancia, cuando todo era nuevo y emocionante, se convertían en días largos y llenos de cosas por hacer. Ahora, las cosas son diferentes y en un abrir y cerrar de ojos te das cuenta que los días pasan más rápido que antes.
No es solo una impresión, la ciencia ha descubierto que distintos factores, como la rutina, la memoria y los cambios biológicos por los que atravesamos al envejecer, afectan nuestro modo de experimentar el tiempo
El “reloj biológico”. La mente no percibe el tiempo en términos de horas, sino en forma de secuencia de imágenes mentales. Cuando somos más jóvenes, nuestro cerebro puede interpretar esas imágenes con mayor velocidad y prestar más atención a los detalles. Eso nos da la sensación de que el tiempo es más lento, pues nuestra mente está procesando más información.
Además, ten en cuenta que cuando somos pequeños, todo a nuestro alrededor es nuevo y estamos experimentando muchas cosas por primera vez. Eso hace que la actividad mental sea más intensa y los días tengan más aprendizajes, por lo tanto, se sienten más largos.
En cambio, con la edad, son menos las novedades y hay más actividades rutinarias. Además, las investigaciones han demostrado que la velocidad neuronal de nuestro “reloj biológico” se hace más lenta. Y, al tener un metabolismo que trabaja más despacio, vemos cómo los días pasan más rápido.
Disminuye la atención y la memoria se comprime. También, a medida que envejecemos, se crean menos recuerdos y eso nos hace percibir el tiempo más corto. Por ello, los recordamos como momentos más fugaces. También, la memoria se hace más selectiva con la edad y solo almacenas experiencias más concretas. Por el contrario, durante la infancia nuestra atención es más plena, la memoria guarda más recuerdos y el tiempo se expande.
Las emociones acortan o alargan el tiempo. - Las emociones afectan tu manera de sentir el paso de los días. Cuando experimentas felicidad, entusiasmo o curiosidad es probable que percibas que el tiempo transcurre con más lentitud y lo disfrutes más. Sin embargo, el estrés, la ansiedad y la monotonía vuelven los días más cortos y agotadores.
En este caso, practicar el mindfulness te puede ayudar a concentrarte en el aquí y el ahora para dar más atención a las cosas que te dan satisfacción.
La ciencia nos confirma que el tiempo es una experiencia subjetiva, por ello lo importante es el modo cómo decides vivirlo. No puedes frenar el paso de los días, pero sí puedes hacer que cada momento sea más significativo. Prueba cosas nuevas, concéntrate en el presente para que cada instante tenga significado y da cabida a las emociones que te hacen bien. Así ya no medirás el tiempo en días u horas, sino en recuerdos valiosos…