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BELMONTE: El demonio como sagaz, y que vela en dañarnos, muda...

El demonio como sagaz, y que vela en dañarnos, muda diferentes colores, y muéstrase en los entendimientos de algunos recatado, y cuidadoso del bien de los prójimos, para por excusar un daño particular, quitar de los ojos de todos lo que es bueno, y provechoso en común. Bien sabe él que perderá más en los que se mejoraren, y hicieren espirituales perfectos, ayudados con la lición destos libros, que ganará en la ignorancia, o malicia de cual, o cual que por su disposición se ofendiere. Y así por no perder aquellos, enrarece, y pone delante los ojos el daño de aquestos, que él por otros mil caminos tiene dañados; aunque como decía, no sé ninguno tan mal dispuesto, que saque daño de saber, que Dios es dulce, con sus amigos, y de saber cuán dulce es, y de conocer por qué caminos se le llegan las almas, a que se endereza toda aquella escritura.
Solamente me recelo de unos que quieren guiar por sí a todos, y que aprueban mal lo que no ordenan ellos, y que procuran no tenga autoridad lo que no es su juicio, a los cuales no quiero satisfacer, porque nace su error de su voluntad, y así no querrán ser satisfechos: más quiero rogar a los demás, que no les den crédito, por que no le merecen. Sola una cosa advertiré aquí, que es necesario se advierta, y es: que la santa madre, hablando de la oración que llama de quietud, y de otros grados más altos, y tratando de algunas particulares mercedes que Dios hace a las almas, en muchas partes destos libros acostumbra a decir, que está el alma junto a Dios, y que ambos se entienden, y que están las almas ciertas que Dios les habla, y otras cosas desta manera.
En lo cual no ha de entender ninguno que pone certidumbre en la gracia, y justicia de los que se ocupan en estos ejercicios, ni de otros ningunos, por santos que sean, de manera que ellos estén ciertos de sí, que la tienen, sino son aquellos a quien Dios lo revela. Que la santa madre misma, que gozó de todo lo que en estos libros dice, y de mucho más que no dice, escribe en uno dellos estas palabras de sí. Y lo que no se puede sufrir, Señor, es, no poder saber cierto si os amo, y son aceptos mis deseos delante, de vos. Y en otra parte. Mas ay Dios mío, ¿cómo podré, yo saber que no estoy apartada de vos? ¡Oh vida mía, qué has de vivir con tan poca seguridad de cosa tan importante! ¿Quién te buscara? Pues la ganancia que de ti se puede sacar, o esperar, que es contentar en todo a Dios, está tan incierta, y llena de peligros? Y en el libro de las Moradas, hablando de almas que han entrado en la séptima, que son las de mayor, y más perfecto grado, dice desta manera: De los pecados mortales que ellas entiendan estar libres, aunque no seguras, que ternán algunos que lo entienden, que no les será pequeño tormento. Solo quiere decir lo que es la verdad, que las almas en estos ejercicios sienten a Dios presente para los efectos que en ellas entonces hace, que son deleitarlas y alumbrarlas, dándoles avisos, y gustos; que aunque son grandes mercedes de Dios, y que muchas veces, o andan con la gracia que justifica, o encaminan a ella, pero no por eso son aquella misma gracia, ni nacen, ni se juntan siempre con ella. Como en la profecía se ve, que la puede haber en el que está en mal estado, el cual entonces está cierto de que Dios le habla, no se sabe si le justifica; y de hecho no le justifica Dios entonces, aunque le habla, y enseña. Y esto se ha de advertir, cuanto a toda la doctrina común, que en lo que toca particularmente a la santa madre, posible es que después que escribió las palabras que ahora yo refería, tuviese alguna propia revelación, y certificación de su gracia. Lo cual así como no es bien que se afirme por cierto, así no es justo que con pertinacia se niegue; porque fueron muy grandes, los dones que Dios en ella puso, y las mercedes que le hizo en sus años postreros, a que aluden algunas cosas de las que en estos libros escribe. Mas de lo que en ella por ventura pasó por merced singular, nadie, ha de hacer regla común. Hoy con este advertimiento queda libre de tropiezo toda aquella escritura. Que según yo juzgo, y espero será tan provechosa a las almas, cuanto en las de Vuestras Reverencias, que se criaron, y se mantienen con ella, se ve. A quien suplico se acuerden siempre en sus santas oraciones de mí.

En san Felipe de Madrid a 15 de septiembre de 1587. Fray Luis de León
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Habla Dios con sus amigos sin duda ninguna, y no les habla, para que nadie lo sepa, sino para que tenga a juicio lo que les dice, que como es luz, ámala en todas sus cosas; como busca la salud de los hombres, nunca hace estas mercedes especiales a uno, sino para aprovechar por medio dél a otros muchos. Mientras se dudó de la virtud de la santa madre Teresa, y mientras hubo gentes que pensaron al revés de lo que era, porque aún no se veía la manera en que Dios aprobaba sus obras, bien fue que estas ... (ver texto completo)