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BELMONTE: Oh cuan bien murió Catón...

Oh cuan bien murió Catón
si permitiese
nuestra ley y lo consintiese
tal razón!
Y no menos la opinión
Loor de Mucio
Del cual hacen Livio y Lucio
gran mención

Los que han puesto sobre sus cuerpos manos violentas deben ser quizá admirados por la grandeza de su alma, aunque no se los debe aplaudir por sanidad de juicio. Sin embargo, si se lo considera más profundamente, es difícil calificar de grandeza de alma a lo que lleva al hombre a suicidarse en vez de aguantar los azares de la fortuna o los pecados en que no se ve implicado ¿No es más bien prueba de una mente débil ser incapaz de sostener las penas de la servidumbre corporal o las necias opiniones del vulgo?

La ética cristiana se distingue claramente de cualquier otra moral que es puramente humana o social, o de la idea de que la virtud reside en aquellas acciones y actitudes que cuentan con la aprobación de la razón individual o las tradiciones sociales. San Agustín insiste en que el patriotismo, el espíritu de abnegación y dedicación al bien común que mostraron los héroes de los primeros tiempos de la república romana no eran verdaderamente virtudes, aunque pueden ser definidas como “virtudes cívicas” las cuales, comparadas con los vicios de otros hombres, eran, al menos, relativamente buenas. Estas cualidades no eran, virtudes verdaderas, porque estaban motivadas por un deseo de honor y gloria, que depende del elogio y de la admiración de los demás. El santo define la virtud como el amor perfecto de Dios y sus cuatro divisiones, templanza, fortaleza, justicia, y prudencia son las cuatro formas de su amor: La lujuria, su antítesis, se manifiesta en el deseo de venganza, de poder y la avaricia por los bienes materiales.

La mayor conquista es la conquista de uno mismo

así la buena fortuna debería enseñarnos magnanimidad

La adversidad tiene que enseñarnos paciencia – hay que ser paciente

Ser hombre providencialista

La Reina Isabel “ Tu, Señor, en cuyas manos es el derecho de los reinos, por la disposición de Tu providencia me has puesto en este estado real en que estoy.

El deber de la nobleza es esconder y no exponer las deficiencias del rey.

Cuando no quieras que beban agua condena el pozo.

Cuando no quieras que hagan bandera de tu palabra, ponla a buen recaudo olvidándolas

Los malos hábitos y pensamientos torpes que al principio prometen dulzura a la postre paren la tristeza y la pesadumbre