BELMONTE: La mirada:...

La mirada:

Hoy he subido al atardecer a la ronda del CASTILLO y en mi corta meditación he mirado absorto como en otro tiempo BELMONTE fue abrazado con fuerza por la muralla que manos de albañiles y picapedreros fuertes y encallecidas fueron construyendo hasta cerrarlo, y así resguardar el latido espiritual de su corazón.

Desde esta atalaya veo sus casas solariegas, conventos, colegiata, el hospital de San Andrés en otro tiempo, pilar de agua y abrevadero, hasta el mismo cementerio donde reposan los restos de tantos hijos ilustres de BELMONTE, ya sus epitafios quedaron escritos en la fría losa. donde aguardan la resurrección de sus cuerpos.

Solo contemplo Soledad y por ende estos edificios han quedado en el Silencio petrificado de sus piedras, las campanas no tocan las monjitas contemplativas se fueron y los frailes nos dejaron, cabria preguntarse que es lo que BELMONTE hizo o no pudo hacer para que este pulmón espiritual siguiera latiendo.

La furia se desata creyendo que todo tiene que estar en movimiento, pero la vida en si es reposo, lo veo en la naturaleza que se rige hoy igual que desde que salió de la mano de su Creador, El puso un luminar para que presidiera el día y otro para contemplar las tinieblas de la noche estrellada, pero que estoy diciendo ¿Es que los hombres de hoy pensamos en estas cosas? Me revelo a creer que esto sea así.

Pero el tiempo va girando y este devorador va agotando todo lo que ayer estaba verde y florecía, y hoy está ya seco y el aire mueve el polvo y las pisadas holladas en la tierra se van borrando, las nuevas generaciones van llegando y se produce esa ley inexorable que todo lo va trasformando.

Perdonarme la inmodestia pero yo siempre entre COL Y COL UNA LECHUGA.

SOR MARIA LUISA

“La fuerza y el valor de una sonrisa”.

Era una mañana fría de marzo
Asido por el miedo a la muerte
Me levante del lecho sin calzo
Pues esta era mi negra suerte.

Mi ser en penumbra y sin sosiego
Buscaba salida para aquel trance
Mi espíritu caído en el pozo ciego
Con Fe viva di a la salida alcance.

A la madre de Dios de Pedrales
Me quise encomendar de corazón
Rezando el rosario con sus salves
Era toda mi esperanza en la oración.

Estaba en el ocaso amargo del día.
Viendo los rayos nacer al claro Orto
Cuando oí como una puerta se abría
Volví la cabeza porque estaba absorto.

Dos monjitas con hábito de clarisas
Salían a recoger las flores que había
En el suelo esparcidas por las brisas
De la mañana y que el aire las removía.

Con la sonrisa natural a flor de piel
Sor María Luisa, me dijo: ¿Que hacía?
Era una pregunta con dulzura y miel
Sacándome de la postración que yacía.