BELMONTE: Capítulo II...

Ya lo se que nunca hemos tenido que ver y descuide que nunca vallamos a tener nada que ver nunca. Yo elijo muy bien mis amistades.

En la otra etapa del foro para defender a su amigo, usted arremetió contra mí y contra Villarejo porque él se oponía frontalmente a A. Z y conmigo porque lo defendía y estaba de su parte. Cuando Castefa censuro el que me suplantaran también arremetiste contra él. Aunque ahora lo niegues.

¡Todo lo que digo es cierto.!

Usted tiene por costumbre en cuanto le llevan la contraria, o las cosas no le salen como quiere en perder las composturas y ofende diciendo burradas horribles contra las mujeres, con ellas tiene especial saña y si quiere arremeter contra un hombre lo hace de igual manera mentando a la señora o la madre de uno. Ahora también lo ha hecho, de una forma más menos obscena que antes aunque igual de asquerosa y me remito al comentario que hizo anoche sobre la señora de M, R. es vergonzoso y los comentarios que hizo en otro anterior dejando entender que su madre podría dedicarse a la prostitución para pagarle la carrera que vergüenza. Como mujer veo bochornoso el trato que nos da, que se cree usted que las mujeres no servimos para otra cosa que para satisfacer los instintos animales sexuales (de la forma que usted habla no son instintos sexuales si no animales) de los hombres.

Aprenda usted hablar de las mujeres como es debido, con respeto y cuando aprenda esto se dedica a la Teosofia.

Firma: Dulcinea.

Capítulo II

Mujer de valor, ¿quién la hallará?
Raro y extremado es su precio.

Propone luego al principio aquello que ha de decir, que es la doctrina de una mujer de valor, esto es, de una perfecta casada, y loa lo que propone, o, por mejor decir, propone loándolo, para despertar desde luego y encender en ellas aqueste deseo honesto y virtuoso. Y porque tuviese mayor fuerza el encarecimiento, pónelo por vía de pregunta, diciendo: «Mujer de valor, ¿quién la hallará?». Y en preguntarlo y decirlo así,