Quise abandonar aquella especie de Arca de Noé, pero al darme cuenta de que iba a llover, preferí quedarme en mi sitio.
De pronto sentí un gran estrépito, como si estuviera temblando. Era el camión que comenzaba a rodar.
A esa hora el vehículo estaba atestado de pasajeros, quienes a ratos, tratando de sujetarnos de alguna parte, viajábamos con la angustia de quien se hunde en unas arenas movedizas; pero dos cuadras más adelante se detuvo el carricoche para que subieran dos señoritas de apellido Toronjas, exhibiendo unos escotes como para alborotar a un hambriento recién nacido.
Avanzó el camión, que rechinaba como la cama de una maestra soltera, y minutos después se detuvo para que subiera la señora Nance –con la cara más pintada que águila Negra, el rey indio que aparece en una película de miedo, -- y su hijita, una chica muy ojerosa, quien, por su amistad con un gringo, ha resultado bilingüe y a sus amigos les dice que no en español y al gringo le dice yes con una sonrisa. CONTINUARA.
De pronto sentí un gran estrépito, como si estuviera temblando. Era el camión que comenzaba a rodar.
A esa hora el vehículo estaba atestado de pasajeros, quienes a ratos, tratando de sujetarnos de alguna parte, viajábamos con la angustia de quien se hunde en unas arenas movedizas; pero dos cuadras más adelante se detuvo el carricoche para que subieran dos señoritas de apellido Toronjas, exhibiendo unos escotes como para alborotar a un hambriento recién nacido.
Avanzó el camión, que rechinaba como la cama de una maestra soltera, y minutos después se detuvo para que subiera la señora Nance –con la cara más pintada que águila Negra, el rey indio que aparece en una película de miedo, -- y su hijita, una chica muy ojerosa, quien, por su amistad con un gringo, ha resultado bilingüe y a sus amigos les dice que no en español y al gringo le dice yes con una sonrisa. CONTINUARA.
