PALABRAS DE CONSUELO
Una cortesana muy alegre en su
juventud y solterona, se condolía ante Quevedo de las malas lenguas que ponían su reputación en tela de juicio.
-¿Pues no aseguran esas lenguas viperinas que yo he tenido ocho hijos?
-No hagáis caso, señora- contetó Quevedo, -de lo que dicen las malas lenguas: sólo debe creerse la mitad.