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SOCUELLAMOS: ¡Socuellamos! ¡Socuellamos! Cuantas veces mis pequeños...

¡Socuellamos! ¡Socuellamos! Cuantas veces mis pequeños piés corrieron tus calles, cuantos amigos se fueron de aquellos que me acompañaban, los porfirios, los galianas, los agrazes, cuantas veces sus acequias eran el alivo de nuestros calores en verano, el teatro Cervantes, su "bodeja vieja", testigo mudo de nuestros infantiles juegos, hoy ya, páginas de una sencilla historia, viví la alegria de este entrañable pueblo, antes de nuestra "incivil" guerra, fuí testigo de ella, y de su posguerra me quedaron amargas secuelas, Socuellamos, ya no fué el sitio que conocí, se habian desatados las pasiones, las envidias, las venganzas y las diferencias politicas me alejaron para siempre de los que habian sido mis amigos ¡maldita guerra! Hablar de Socuéllamos, es hablar de mí, porque mi vida fué Socuéllamos, solaz de mis vacaciones, cariño de mis familiares, aprecio de sus costumbres, y donde sentí el calor de un incipiente amor, ¡cuanta tristeza!, cuando el camino recorrido nos conduce inexorablente al final, evocar tu nombre es un sabor agridulce el que me embarga, el mismo recuerdo que atesoro de aquella ¡ay! lejana infancia, es el mismo que tengo cuando doy los últimos pasos por semdero que conduce a ese insondable destino.
Todavia escucho el eco de mi pasos, cuando cogido de la mano de mi abuela, la hermana Josefa, paseabamos por sus calles, o prodigamos aquella costumbre social tan arraigada de la visita.
Sucuéllamos, todavia viven en mi

Miguel Espinosa.