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PUERTOLLANO: LA SOLEDAD DE LOS PARADOS....

LA SOLEDAD DE LOS PARADOS.

<<< Arrastraba yo, aquella noche, mis zapatos viejos, únicos y muy desgastados de sus suelas; por la ciudad, en sus calles desiertas. La lluvia, fría me castigaba y en mis calcetines, mojados; torturaban mis pies... había sido despedido de la empresa donde trabajaba, hacía algún tiempo, y en esa noche, en mitad de la noche, papé las últimas monedas que quedaban en mi bolsillo. Yo la noche, el mundo y dentro de el un porvenir incierto. "Soy joven y sin embargo, estoy muy cansado"- Me decía mientras, pensaba en las grandes fortunas, en un lecho caliente, en una mesa limpia. Y caminaba, mientras mis pies eran lamidos, por mis calcetines mojados que se me antojaban una lengua fría, a cada paso por las calles cuyos adoquines negros brillaban con la pálida luz de las farolas. Las farolas dejaban caer sobre la acera, lágrimas también frías... ya, en le larga y ancha avenida, serían los árboles los que dejaban caer sobre mí gruesas "lágrimas" de la noche. Es lo que pensé, cuando de mis ojos salieron otras calientes, ya en las callejas de nuevo, caminando sin rumbo. Una de estas calles desembocaba. a unas viejas casas, algunas medio derruidas. A tientas, busque cobijo... Unos piés! había tropezado con unos pies, (se me antojaron muy grandes las botas que calzaban) y una voy.
-! Cuidado amigo, está usted invadiendo mi humilde morada! ¿Que le ocurre. no le dan cobijo mas allá d las casas de los humildes?
Había sorna, mofa, desprecio, en su voz soñolienta...
! Se pues bienvenido, a el palacio de los desahuciados. No te puedo ofrecer mucho, solo una manta, vieja, y que alguien ha arrojado, a los contenedores... aquí nos servimos de todo eso que ya no quieren los habitantes, de todas esas puertas, que se nos cierran, los que habitamos el olvido. Pero allí amigo, se odian, se odian pero también se aman y aunque una entre mil, se apiadará de ti con un poco de los mucho que les sobra.
Me gustaba: me gustaba aquella voz, aquellas sabias palabras...
-Pero toma aposento, en esta única y propiedad hasta que nos desplacen a otro lado, pues no olvides, que el mundo está lleno de gentes insolidarias... acaparadoras e indiferentes a las desesperanzas, que sobre todo, brotan aún mas hondo el las largas noches.
Hizo una pausa. encendió una vela, que acerco a mi rostro. y prosigió.
-Pero si eres muy joven!... Muchacho, no te dejes vencer. piensa y vende, vence tu a el mundo. Seguro. seguro que estás sin trabajo ¿me equivoco? Y saco una botella de vino.
-! Toma, bebe un trago... mientras quede...!
- No bebo, además, con el estomago vacío...
-! Eso está muy bien amigo; tampoco te dejes arrastrar por esto, que solo conduce a un olvido pasajero.
Mientras esto decía hurgaba en una bolsa mugrienta, de sonde sacó, un pedazo de pan, una lata de sardinas, y un sobre, de esos de plástico que venden en los supermercados: contenía, lo que parecía un suculento chorizo.
-! No,, no pienses que lo he robado, entre la muchedunbre, aunaque te cueste creerlo, hay almas piadosas.
Hasta en el silencio el frío... en mitad de la pobreza, brota la solidaridad- pensé. Y como si adivinara, lo que pensaba, decía:
-! Hay mas piedad entre los pobres, que entre los ricos: estos últimos, hasta se riban entre ellos. Pero ahora que has calmado los gritos de tu estomago. ¿que te parece si dormimos? Mira ahí. bajo esas escalera, no arriesgas que algo se desprenda de el techo. Ahora duerme y mañana, busca, busca tu porvenir...
Hablaba y hablaba sin preguntarme apenas nada. Se había quedado sin familia, sin hogar, sin nada. Luego calló.
Muy de mañana me despedí con un apretón de manos, mientras me decía: si quieres asearte un poco, en el patio hay una pila deportillada, que hara tu avío.
Deambulé por las calles. Las gentes caminaban deprisa. En las afueras unos obreros, dentro de una zanja, sacaban la tierra, que una pala mecánica no podía, mientras otros, iban colocando unos tubos de platico.
- ¿Hay aquí trabajo?- Pregunté. El obrero no dijo nada y se dirigió hasta, un hombre que daba ordenes. Este me hizo señas d que me acerara ¿que sabes hacer?
- De esto, nada... señor, pero cuando no se tiene que comer, pienso que se puede hacer cualquier cosa.
-Me gusta esa filosofía -dijo el hombre, mientras miraba a mi ropa. Luego llamó a otro y le dijo:
-Ve hasta mi cuarto, trae un mono y unas botas... vamos a vestir a este muchacho de honrdadéz, y al final de la jornada, yo diré, si los callos de sus manos y su sudor no es engañoso.
Acabada la jornada uno de mis compañeros, me preguntó donde vivía.
-En medio de el mundo, le respondí. Allí donde aún hay hombres que dan lo único que poseen... los hombres castigados: los hombres sin mañana.
Me miró de forma tan rara, que al final, y mientras le acompañaba por una de las calles, le explique mi situación. Se me quedó mirando con pena. Luego mirándome a los ojos, dijo:
-Tengo un hijo que muy pronto se va a la mili... lo comentaré con mi paisana.
Con un! hasta mañana! me despedí, vague por las callejas, un buen rato: me sentía contento, cuando llegue a el cuchitril aquel donde el viejo, hablaba consigo mismo, botella en mano
-! Hola compañero, hola!... momentos después, un hombre, al que el destino había castigado, ferozmente, dormía en sonoros ronquidos, como burlándose de el mundo
LIBERTAD (continuará)