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PUERTOLLANO: EL ANDÉVALO...

EL ANDÉVALO

La piedra abre sus pétalos,
se hace corola el metal
y esquejes con ruiseñores
hay en el pardo encinar;

Arpegios, salvias, tomillos,
zureo en el palomar,
lento carmín, la amapola;
lento olor, el romeral;
corto vuelo, la perdiz
en la sombra del pinar,
hacia el arroyuelo fresco
que brota del hontanar
y arrastra un cielo con nubes
entre esquirlas de cristal...
retablo se hace la piedra
y camarín el canchal...

Cuernos, cencerros, pezuñas,
habitan tal soledad;
triscando, rumian y mugen
por el predio comunal
donde el campo tiene un silbo
con aire de pastoral,
tiene corcho, miel y abejas,
queso y trigo candeal...

Por donde la liebre escapa
bandos de tórtolas van
y acolleradas perdices
sobre un verde acebuchal...

¡Como bucoliza el heno
la veta del mineral!
¡Cómo la herrumbre cobriza
mineraliza el trigal
y un cielo ferroprusiato
-álgebra de estrallas- da,
ecuación azul, luna, sobre el ladrillo de un can!

Minas, pozos, montacargas,
yuntas, agrícola afán,
vagonetas, cabrias, cables,
en tierras de pan llevar, escoriales,
lavaderos, rastrojos, verde higueral,
palmo a palmo, legua a legua
del Andévalo feraz,
donde si abrupta es la peña,
el valle es siempre mollar.

Vacas, establos, rediles
el pastor y el rabadán,
rústicos colores gayos,
algarvios, de Portugal,
y el viento pasa alijando
presagios de tempestad,
fronteras del Guadiana.

Y aquí, la égloga verde,
agreste y plena. La paz
con su longitud de aromas,
con su paloma torcaz,
sus gallos quebrando albores
en las bardas del corral
y el ruiseñor y la alondra
glosando el mismo refrán...

¿Quien puso puertas al campo
abiertas de par en par?

ADRIANO DEL VALLE ROSSI