PUERTOLLANO: Duros tiempos Juan los vividos en aquella época, y...

MEMORIAS (continuación)

<<< De cada estación del año, quedarían algunas memorias lejanas. Apenas se percibía que la carga era muy pesada. De mis escapadas por el campo, algún domingo, de los gestos y mirada triste de aquel hombre, que no era del pueblo, y que venía de otro pueblo, que había sido tomado por no se que general, a quien se le llamó malvado, y después se le alabaría, y hasta se pusiera su nombre en las calles. De los gritos. De los vivas. De aquella moza, con la cabeza enjabonada de aquella moza rebelde que la llamarían la miliciana, y que ya nunca oyera hablar de ella. De como se rebelaba con valentía, de aquellos, que la cortaron sus hermosos cabellos, mientras ella les insultaba y se defendía a patadas, de sus tres verdugos. De como se levantaba el puno en alto y se gritaba! U. H. P.! y luego solo se nombraría con miedo a estas personas, desaparecidas en alguna parte. De como cambiaría el signo de mano alzada, que luego sería, por algunos, que sin duda callaron... siempre hay gente a la espera de los acontecimientos: me he dicho, mochas veces, después. Si siento que mi corta edad permitiera que se perdieran muchas memorias.

Pero aquel niño, recababa algunas, otras se perdieron en brazos del tiempo, como consecuencia de que la infancia: infancia, terminara prematuramente, porque a los niños, se les imponía las labores del campo... algo que sucedía como algo natural. que ya vivieron nuestros padres, antes DE. La otra como obediencia férrea exigida por los padres, y, por las circunstancias. Fueron niños envejecidos de pronto, que luego no les quedaría tiempo en rejuvenecer, en aquellos juegos que quedarían interrumpidos. Fueron expulsados, incluso injuriados, mientras y depués, por una época, que se ha pretendido enterrar. Hasta se les privaría de la escuela. en la época de la recolección de la cosecha, dormirían como los mayores,: muy pocas horas.
Y se recuerda, sobre todo, las grandes heladas... los cántaros ehelados en el portal. La noche, acurrucado entre las sabanas frías, las rodillas tocando el mentón, la cabeza tapaday calentando tu cuerpo con la propia respiración. No servía de mucho que con gran amor la madre, pasara por la superficie de la cama, aquel cacharro lleno de brasas, porque aquella sala, estaba helada, la bertana pequeña, no ajustaba bien y el aire, que rugía de sus rugidos de invierno, dejaba pasar su dentelladas. Sin saberlo, aquellos niños, estaban escribiendo, versos, que solo unos pocos han cantado.

Eso sí. les amanecieron palabras sencillas, que luego leerían con amor en mil libros del libro de la vida. Cierto, que lloraron pero no mucho mas, que los niños que luego nacerían, sí de distinta manera. Si sintieron que las aves se ausentaron, y que luego, las campanas sonarían como a fiesta, y las palomas que habían regresado, daban vueltas, aún asustadas, alrededor de la torre o el castillo. Si fueron despertando nuevas auroras. Pero, el niño de nuestra historia, se asomaba al pasado cercano, bajo los nogales de su abuelo, y recaba recuerdos.
De el "tío Jose" le quedaría grabada su bondad, su mirada triste, y su silencio, ayudaba a cavar el huerto, y supongo que a otras faenas. venía no se de donde, hacia el Norte, de la parte de Sigüenza: venía a lo que recuerdo, huído, porque así tenía que ser... (los niños no entendíamos de esas cosas) luego a medida de que nos hicimos mayores las entenderíamos.
El tío "José", me llevaría aquel día hasta el huerto del Val, a lo largo de la tapia, había sembrado unas habas, y al lado mismo, me mostraría como se plantaban las lechugas. Como sabía que me gustaba, perderme entre los olmos, me invitó a que me marchara y yo me recorrería los huertos, y recogería puerros que se criaban ellos solos. Ya apuntaban las violetas-le diría al! tío Jose" luego, cuando, sacaría del talego, casi medio pan y con una sardina arengue, lo comeríamos aquel día. Me sonreía cuado le mostré los puerros, y le pregunté si en su pueblo, también los había. No me respondió que don un movimiento de cabeza que quería decir si, y de sus ojos recuerdo que saltaron unas lágrimas que se quitó de un manotazo. Poco sabía de el. Si oiría a mi madre, comentar a la abuela que esos aviones lentos, que venían de tres entres, volando muy bajo, en el pueblo de José "habían hecho de las suyas", que un hijo estaba en el frente, dl que no sabía nada desde que se fué, que su familia estaba en la capital o en alguna parte, y que el se alejaría hacia el sur... La mirada de José, no se me ha olvidado nunca.
Regresamos. Subiríamos la cuesta hasta la pequeña llanura, cuando ya el Sol frete al pueblo, decía su adiós de la tarde. Atravesamos la era, y apreté mi mano entre la suya: recordaba como viniendo de el lavadero del Val, un día había llorado, porque llegaban muchos camiones, y entre ellos, mi madre me reconcucía, a su cabeza un gran cesto de la ropa que venía de lavar, y la otra mano de la mía. Es la única vez que recuerdo haber llorado. Luego con otros niños bajábamos hasta "la revuelta el Zapata, y los soldados, nos subían a los camiones. Desde la vega hasta el pueblo todo eren camiones...! Como se divertían los niños de entonces!
J. M (LIBERTAD) continuará.

Duros tiempos Juan los vividos en aquella época, y cuanto daño hacen las guerras, hablaba en mi escrito anteior de gente mala, y ya ves.. las hay desde siempre, yo creo que desde que el mundo es mundo, de este relato tuyo, he podido vivir ese meterte en la cama dentro de unas sabanas frias, y arropare la cabeza para sentir el calor que mi propio aliento me daba, y como me sentaba alrededor de la mesa y me comia el brasero tapada hasta el cuello, y la pereza que me daba moverme a cualqyçuier habitacion por los fdrios que estaban los pasillos y demás habitaciones y lavarme con agua fria... bueno son tantos recuerdos, que como tu dices forman parte del libro de mi vida, cosas que no he olvidado y que me hacen valorar más lo que tengo. Lo cierto esque hay algo que no viví y doy gracias por ello, como pido nuestros hijos no tengan que vivirlo, y son las guerras, supongo que tú que has pasado por ellas apreciarás más la paz y la libertad, esa que muchas veces nosotros mismos destrozamos

Un abrazo