LA CITA
No podía imaginar, que una carta de amor. extraviada, diera lugar a tan estraña cita.
Llovía cuando gané la calle y decidí tomar un café en un bar próximo a mi domicilio. Esperé que cesara la lluvia ojeando un periódico, par camino dela estación que me llevaría a mi destino, depositar la carta, dirigida a carmen, con la cual el día anterior, había tenido una disputa, de las muchas. Carmen, era acaparadora y celosas, a parte de una mujer calculadora y fría... le escribí la carta, con ánimo de calmar, su estado de ánimo: en este caso sus infundados celos. Confieso que era una aventura mas, y que, puse en ella un romanticismo que no sentía. Me detuve ante el buzón, registré mi bolsillo y...! la carta no estaba! Sin duda la había perdido en el camino o en el bar tal vez. El tren partía; ya no me quedaba tiempo...! bah, mejor así!- me dije-a fin de cuentas, no merecía las palabras cariñosas que enen dicha carta expresaba.
Fuera días después que. recibiría otra carta, que cual no sería mi asombro, era como respuesta, a la extraviada, pero de una persona desconocida. En su interior, venía la dirección de la persona que me la enviaba. Decía¨:
Estimado amigo, encontré tu carta, bajo la mesa de un bar. Te pido excusas por haberla leído: Me he dejado arrastrar por la curiosidad. Eres un... romantico delos que ya quedan pocos. Pe ha gustado su carta: su línea, su sentimiento, su pasión... pero dudo que esa mujer te convenga.
Me estaba tuteando. me gustaba su desparpajo.
Me permito enviar mi dirección, y numero de teléfono... Me gustaría conocer a la persona, que ahonda, en sentimientos inigualables de amor...
! Me está pidiendo una cita! Una sensación morbosa recorrió mi cuerpo..."Esa mujer no merece ni tan siquiera esas palabras tan bonitas.
Aquella tarde tomaría un taxi que me llevaría a la dirección indicada. Ya anochecía, cuando pulsé el timbre. Trascurieron muchos segundos, minutos, tal vez y ya me marchaba, cuando una voz de mujer, dulce y melociosa, se interesaba por mi llamada...
-He recibido una carta, suya, junto con la que yo había perdido... quería dele las gracias.
-Pasa. Sube hasta el segundo, dejo la puerta abierta.
Así era. la puerta estaba abierta: entré. El corazón me golpeaba en el pecho, no se si por subir las escaleras de prisa, si por los espejos de aquel lujoso salón que me devolvía, mi figura a todas luces apocada, o el silencio´puesto que no había nadie y el silencio me resultaba pesado. Llegaban voces y ruidos de la calle, y por entre los cortinones se filtraba la luz.
- ¿Estás ahí? Perdona que te tutee, estoy en el baño, enseguida estoy contigo.
Pensaba si era una mujer, joven o tal vez entraba en años,. Tal vez era una de esas caprichosas en busca de una aventura pasajera. Los espejos me devolvían mi figura ya mas serena. Habia multitud de libros, algunos sobre una gran mesa, entre ellos, "Rimas y Leyendas" de Gustavo Adolfo Bequer, lo tomé en mis manos, casi con devoción, por ser el primero y casi único libro de poemas, que leería a edad muy temprana: fue un regalo de uno de mis primos.
Me disponía a tomar asiento, cuando de un ruido de pasos distrajo mi aención
. Una mujer... ella, completamente desnuda, avanzaba, por el pasillo, hacia mía! Que cuerpo! Uno de los espejos, me lo mostraba en toda su hermosura. Creo se dio cuenta, pues susu ojos y los míos se encontraron a través de el espejo... se cubriría, solo la parte delantera, con la bata que portaba en su manos.
-Veo que te gusta Bequer- Dijo mientras fugazmente posaba sus labios en los míos, para luego añadír:
-Encontré tu carta bajo la mesaNo pude vencer la tentación de leer, y, como ya te digo: esa mujer no te merece, no recibirás de ella lo que tu expresas en la carta. Dices cosas muy hermosas... Quería conocerte... caprichos de mujer sola u ya un poco mas madurita que tu.
Su naturalidad, provocativa, me encantaba. me había tomado de la mano, y como si de toda la vida, nos conocieramos, me condujo hasya una de las grandes ventanas. Recorrió los cortinones. Las luces de la cuidad parpadeaban algunas. ella decía.
¿Ves la ciudad? ¿Ves las luces que parpadean? Entre ellas, hay gentes y todas buscan algo. Unos lloran, otros rien, unos mas que otros, pero todos, todos buscan evadirse de la soledad, y sobre todas las cosas buscan el amor. Tu hablas en tu carta de amor sin reservas ¿Has leído a Bequer, verdad? Yo tanbién, y a otros muchos, y a ti, la noche que siguió al encuentro de tu carta. Yo soñé, con multitud de golondrinas en mi alero. Pero ven, ven conmigo, y vamos ha hablarnos, en silencio, en un silencio acariciante, a manos que se buscan, a a ojos que se miran o se cierran, a labios que comparten, a cuerpos que se enredan. en los rosales mas floridos del amor.
Y dos cuerpos, jadeantes, rodaron en el sofá, respirando la esencia del amor. cuando... suena el despertador.
Suena el despertador devolviendo la realidad: todo había sido un sueño. Una mueca de decepción me devolvía el espejo mientras me afeitaba. Alli estaba, yo, solo y disgustado, si saber, porqué... Con la cara cubierta de espuma, corri hasta la chaqueta, y...! no! Todo no era mentira. La carta en la que se me citaba al encuentro... estaba allí. Sonreí. Acudiría a la cita. Mientras tomaba un café, alguien dijo a mi lado, que era el dia de San Valentín.
J. M. (LIBERTAD) continuará.
No podía imaginar, que una carta de amor. extraviada, diera lugar a tan estraña cita.
Llovía cuando gané la calle y decidí tomar un café en un bar próximo a mi domicilio. Esperé que cesara la lluvia ojeando un periódico, par camino dela estación que me llevaría a mi destino, depositar la carta, dirigida a carmen, con la cual el día anterior, había tenido una disputa, de las muchas. Carmen, era acaparadora y celosas, a parte de una mujer calculadora y fría... le escribí la carta, con ánimo de calmar, su estado de ánimo: en este caso sus infundados celos. Confieso que era una aventura mas, y que, puse en ella un romanticismo que no sentía. Me detuve ante el buzón, registré mi bolsillo y...! la carta no estaba! Sin duda la había perdido en el camino o en el bar tal vez. El tren partía; ya no me quedaba tiempo...! bah, mejor así!- me dije-a fin de cuentas, no merecía las palabras cariñosas que enen dicha carta expresaba.
Fuera días después que. recibiría otra carta, que cual no sería mi asombro, era como respuesta, a la extraviada, pero de una persona desconocida. En su interior, venía la dirección de la persona que me la enviaba. Decía¨:
Estimado amigo, encontré tu carta, bajo la mesa de un bar. Te pido excusas por haberla leído: Me he dejado arrastrar por la curiosidad. Eres un... romantico delos que ya quedan pocos. Pe ha gustado su carta: su línea, su sentimiento, su pasión... pero dudo que esa mujer te convenga.
Me estaba tuteando. me gustaba su desparpajo.
Me permito enviar mi dirección, y numero de teléfono... Me gustaría conocer a la persona, que ahonda, en sentimientos inigualables de amor...
! Me está pidiendo una cita! Una sensación morbosa recorrió mi cuerpo..."Esa mujer no merece ni tan siquiera esas palabras tan bonitas.
Aquella tarde tomaría un taxi que me llevaría a la dirección indicada. Ya anochecía, cuando pulsé el timbre. Trascurieron muchos segundos, minutos, tal vez y ya me marchaba, cuando una voz de mujer, dulce y melociosa, se interesaba por mi llamada...
-He recibido una carta, suya, junto con la que yo había perdido... quería dele las gracias.
-Pasa. Sube hasta el segundo, dejo la puerta abierta.
Así era. la puerta estaba abierta: entré. El corazón me golpeaba en el pecho, no se si por subir las escaleras de prisa, si por los espejos de aquel lujoso salón que me devolvía, mi figura a todas luces apocada, o el silencio´puesto que no había nadie y el silencio me resultaba pesado. Llegaban voces y ruidos de la calle, y por entre los cortinones se filtraba la luz.
- ¿Estás ahí? Perdona que te tutee, estoy en el baño, enseguida estoy contigo.
Pensaba si era una mujer, joven o tal vez entraba en años,. Tal vez era una de esas caprichosas en busca de una aventura pasajera. Los espejos me devolvían mi figura ya mas serena. Habia multitud de libros, algunos sobre una gran mesa, entre ellos, "Rimas y Leyendas" de Gustavo Adolfo Bequer, lo tomé en mis manos, casi con devoción, por ser el primero y casi único libro de poemas, que leería a edad muy temprana: fue un regalo de uno de mis primos.
Me disponía a tomar asiento, cuando de un ruido de pasos distrajo mi aención
. Una mujer... ella, completamente desnuda, avanzaba, por el pasillo, hacia mía! Que cuerpo! Uno de los espejos, me lo mostraba en toda su hermosura. Creo se dio cuenta, pues susu ojos y los míos se encontraron a través de el espejo... se cubriría, solo la parte delantera, con la bata que portaba en su manos.
-Veo que te gusta Bequer- Dijo mientras fugazmente posaba sus labios en los míos, para luego añadír:
-Encontré tu carta bajo la mesaNo pude vencer la tentación de leer, y, como ya te digo: esa mujer no te merece, no recibirás de ella lo que tu expresas en la carta. Dices cosas muy hermosas... Quería conocerte... caprichos de mujer sola u ya un poco mas madurita que tu.
Su naturalidad, provocativa, me encantaba. me había tomado de la mano, y como si de toda la vida, nos conocieramos, me condujo hasya una de las grandes ventanas. Recorrió los cortinones. Las luces de la cuidad parpadeaban algunas. ella decía.
¿Ves la ciudad? ¿Ves las luces que parpadean? Entre ellas, hay gentes y todas buscan algo. Unos lloran, otros rien, unos mas que otros, pero todos, todos buscan evadirse de la soledad, y sobre todas las cosas buscan el amor. Tu hablas en tu carta de amor sin reservas ¿Has leído a Bequer, verdad? Yo tanbién, y a otros muchos, y a ti, la noche que siguió al encuentro de tu carta. Yo soñé, con multitud de golondrinas en mi alero. Pero ven, ven conmigo, y vamos ha hablarnos, en silencio, en un silencio acariciante, a manos que se buscan, a a ojos que se miran o se cierran, a labios que comparten, a cuerpos que se enredan. en los rosales mas floridos del amor.
Y dos cuerpos, jadeantes, rodaron en el sofá, respirando la esencia del amor. cuando... suena el despertador.
Suena el despertador devolviendo la realidad: todo había sido un sueño. Una mueca de decepción me devolvía el espejo mientras me afeitaba. Alli estaba, yo, solo y disgustado, si saber, porqué... Con la cara cubierta de espuma, corri hasta la chaqueta, y...! no! Todo no era mentira. La carta en la que se me citaba al encuentro... estaba allí. Sonreí. Acudiría a la cita. Mientras tomaba un café, alguien dijo a mi lado, que era el dia de San Valentín.
J. M. (LIBERTAD) continuará.
