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BRAZATORTAS: Brazatortas me huele a pan moreno, ese tan diferente...

Brazatortas me huele a pan moreno, ese tan diferente del candeal al que yo estaba habituado; a alpechín de la almazara de la calle Amargura, a la que mi abuelo Vicente me llevaba de su mano; a cagarrutas de borrega, que madrugadoras cruzaban la calle Las Flores, haciendo sonar sus tranquilizadores esquilas, hacia el campo; a asadillo que hacía mi abuela; a pólvora, en El Cristo; a cantuesos y hierba fresca en Navalcaballo. Me huele, de forma intensa y única, a las pellicas de cabra que se acumulaban en un cuadrilla del corralejo de la vivienda de mi primo y primas, en la casa de “los pelliqueros”; a cerveza en la puerta del bar de Damasito, a yegua, en las eras... Sí, Brazatortas también me suena en la memoria. Me suena a palomas zuritas batiendo sus alas desde la torre al limpio cielo; a “mayos” cantando de madrugada por sus destartaladas calles; a trompetas del baile en el salón que hace esquina en la calle de Las Flores, una de ellas tocada por José, “el pelliquero”; a risas y gritos, corriendo las vaquillas en la Calle Real… Bueno, también me suena a Boney M. en la discoteca Leda, pero ese sonido ya es más tardío.