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ALDEA DEL REY: Querida Majestad, Dª Sofía, Reina de España:...

Querida Majestad, Dª Sofía, Reina de España:

En primer lugar, y de corazón, felicidades. Y que la tengamos, Dios lo quiera, muchos años de Reina.

No enfoque usted, querida Majestad, este escrito como desagravio porque, entre otras razones, no ofende quien quiere sino quien puede. Ya sé, Majestad, que usted no diría esta expresión. Lleva usted en España casi medio siglo, unos 46 años, tiempo más que suficiente para haberla conocido. Ha demostrado, y demuestra usted, como diría Platón, primer gran filósofo de su querida Grecia, una armonía de alma exquisita, rozando lo sublime. Esa armonía, querida Majestad, como usted sobradamente sabe y conoce, nos conduce a la Justicia, que, siguiendo al fundador de la Academia (1ª Universidad de Occidente), es como un sumatorio de la Prudencia, virtud sobradamente puesta de manifiesto por usted, la Fortaleza, fuerza de espíritu que usted ha evidenciado en numerosas ocasiones difíciles, y la Templaza, virtud de autodominio interno y externo, también constatado en usted, resultante de las dos virtudes anteriores.

Usted, querida Majestad, querida Dª Sofía, Reina de España, es una reina muy querida por el pueblo español. Y, para mí, considero que para muchos otros, una de las razones es que la virtud, siguiendo a otro grandísimo filósofo que no le es nada ajeno sino todo lo contrario, Aristóteles, usted la ha entendido como el posicionamiento en el término medio, que nada tiene que ver con la mediocridad, pues los extremos ambos son viciosos. Sí, querida Reina, sabe usted ser Reina y, simultáneamente, sabe ser pueblo. Pero ese saber de grandeza, no en sentido aristocrático de sangre, y su espíritu de humildad, Dª Sofía, encuentra su explicación en la famosa <areté>, es decir, en la excelencia y la virtud, que usted, Majestad, las posee por educación y formación.

Estas cualidades del alma, querida Dª Sofía, que usted posee en alto grado, permiten querer a las personas, sean o no reinas, como a usted o con usted sucede. Ese refrán, dicho o aforismo que afirma, sin equivocarse, que somos lo que no parecemos, y parecemos lo que no somos, esa doblez e hipocresía, en usted no se da. Es usted, Majestad, por sus virtudes, muy querida por el pueblo español. Siempre, siempre, y en momentos complicados y difíciles, ha estado usted al lado de la gente, humanamente, cristianamente y, seguro lo tengo, que en momentos de dramáticas dificultades. A usted se le quiere por ser como es, sencilla, accesible, humanitaria, exquisita; como diría el poeta, una mujer buena.

Los sentimientos muchas veces por espontáneos son incontrolables, aunque en ocasiones eso de lo políticamente correcto diga otra cosa: Yo a usted siempre la he visto igual, se trate de los ciudadanos, se trate de su familia. He ahí otra de sus grandes virtudes, sus sentimientos nobles, ser persona de bien. No; usted lejos de posicionarse en lo alto de la escala jerárquica de las monarquías de otros tiempos, se sitúa y está con el pueblo llano, con la gente normal, entiende sus problemas, sus inquietudes, sus pensamientos, sus necesidades y sus sentimientos, es como del pueblo mismo.

Además, querida Reina, demuestra ser usted esposa perfecta, institucionalmente en su función constitucional. Tiene usted unos buenos hijos, que son igualmente muy queridos. Y, debido a su grandeza de alma y espíritu, de su sencillez y humildad, usted dice, Majestad, que la Princesa, su nuera, le ha enseñado mucho, ha aprendido mucho de ella. Yo disfruto mucho cuando les veo, al Príncipe y a Dª Leticia juntos, irradiando felicidad y armonía, al lado de la gente, sin etiquetas, espontáneamente, tal como son. Nos van a dejar ustedes, el Rey y usted, un heredero con totales garantías, el pueblo adora a Don Felipe y a Dª Leticia. De tal palo, tal astilla, solemos decir en roman paladino.

Me dolió en el alma ver la expresión de su rostro en esa fotografía junto a las primeras damas en la Cumbre Iberoamericana. Pienso, como le sucedió a Jesús de Nazaret, que producto de la incomprensión el dolor que le oprimía afloró a su rostro. Sí, muchas veces no sabemos lo que hacemos, aunque deberíamos saberlo. Usted, Majestad, en ese libro, como todo ciudadano, expresó en libertad lo que piensa y siente, para eso tenemos una Constitución cuyo derecho reconoce. Yo tampoco, Majestad, comparto que las uniones de hombres con hombres y de mujeres con mujeres, se llamen matrimonio; como no comparto el divorcio ni la eutanasia, ni la EpC. ¿Acaso no somos libres, aun siendo Reina, para expresar nuestros pensamientos y sentimientos?. ¿Dónde está esa tolerancia que algunos proclaman a boca llena? Yo le aplaudo, Majestad. Una unión de un hombre con un hombre, o de una mujer con otra mujer, en derecho positivo, no natural ni religioso, es una unión civil, no un matrimonio, donde lo forman el hombre y la mujer, la mujer y el hombre. Eso sí, con todos los derechos políticos, civiles y legales, pero esa unión no es un matrimonio. En cuanto a la educación ética y moral de los hijos, quienes deben decidirlo en primer lugar son sus padres, no el gobierno. Igualmente, Majestad, asumí desde el principio que me casé con mi esposa para toda la vida, hasta que Dios y no el hombre nos separe, y, en cuanto a la eutanasia, a Dios le pido una muerte digna, y que la ciencia, que progresa a pasos impresionantes, me asista humanamente, paliativamente, pero que no me mate.

¿¡Que se han molestado los homosexuales?! ¿Acaso no expresan ellos y ellas en total libertad sus pensamientos y sentimientos? Hasta incluso, hecho frecuente, lo hacen sin delicadeza, sin estilo, despreciando y ofendiendo a los demás. Se mofan de la Iglesia, de la jerarquía y hasta del mismísimo Jesucristo. Y esto, Majestad, a los creyentes cristianos nos duele, nos hiere en nuestra mismidad más profunda. ¿Por qué no se mofan de Alá, o, ya puestos de Mahoma?. Don Pedro Zerolo y sus acólitos y acólitas, nos han herido moralmente muchas veces, muchas; y, aun no comprendiéndoles les perdonamos. ¿Dónde está esa tolerancia que predican? Lo normal, Majestad, como usted entiende, natural, religiosa y mayoritariamente es la hererosexualidad, hombre con mujer, o viceversa. ¿Pretenden ellos y ellas que lo normal es o sea lo suyo? ¿Por qué estas mujeres y hombres, que dicen ser tan sensibles, no defienden a pecho descubierto la situación de indignidad y humillación en que se encuentra la mujer bajo el Islam?. Y es que Majestad, la política (con minúscula) lo pervierte todo por el voto. Como decía Platón, necesitamos gobernantes dotados de excelencia y virtud, no demagogos.

Gracias, Majestad, por ser usted como es.

Felicidades.

Alter ego.

02.11.08