EL HECHO RELIGIOSO.
En un comentario anterior un forista sugería al Jardinero de las nubes (se te echa de menos), un hombre religioso, que se hubiera dedicado a pastor (= vida consagrada), denotando hastío en relación a los asuntos religiosos.
Hoy una fuerza interior me impulsa a hablaros, precisamente de eso, de religión, con todo lo que ello implica.
El ser humano es un ser religioso por naturaleza. Todos los pueblos a lo largo y ancho de todos los tiempos han adorado a algo o al alguien; cuando menos por estupor, temor o fascinación por hechos y acontecimientos que le superaban (que le superan).
Lo primero que salta a la vista para un observador del hecho religioso, es que existen dos ámbitos, el ámbito de lo profano (la vida ordinaria en sí) y el ámbito de lo sagrado (personas, objetos y ritos propios de la vida religiosa). Estos ámbitos no están separados, coexisten simultáneamente en el espacio y en el tiempo.
Del ámbito de lo profano al ámbito de lo sagrado se accede por una puerta invisible, impelidos por una fuerza de algo o alguien que nos reclama, que nos llama, el Misterio. Cuando esto sucede, afirmaba un gran escritor rumano, Mircea Eliade, se produce una <ruptura de nivel>, la intimidad íntima de la persona experimenta alguna inquietud, alguien que le trasciende le interpela.
Querámoslo o no, el Misterio nos supera, no es algo subjetivo al ser humano, le trasciende; no lo crea, imagina o ilusiona él, está fuera y a la vez dentro de él. A ese Misterio que nos trasciende los cristianos llamamos Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (1 Pe 1,3).
Ese Misterio es original porque todo en él tiene su origen, y a la vez totalizador, porque sólo en él tiene su origen. Es Trascendente, porque nada en este mundo le es comparable. Es valioso porque tiene valor por sí mismo y da valor a todo lo demás; y, es inmanente, es decir, a pesar de trascendernos está en nosotros aun no siendo controlable por nosotros. Por eso nos produce estupor y a la vez temor (sano) e, igualmente nos fascina por sus cualidades sublimes.
A ese Misterio, como he indicado, los cristianos llamamos Dios, que se hace presente en la historia humana en la persona de su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador.
Hoy, sin saber cómo ni porqué (aunque lo sabemos), en la sociedad están arraigando dos males aún peores que el comunismo y el nazismo, que son el nihilismo existencial (= nada hay después de esta vida) y la dictadura del relativismo ético (= todo es válido, todo está permitido). Estos dos males son el resultado de ese buenismo que se fundamenta en lo políticamente correcto.
¿A dónde nos conducen estos dos males?
Sin duda alguna a dejar de ser personas, seres humanos, cualesquiera cosas menos seres humanos.
Otro día seguiremos, por hoy es suficiente.
El que tenga ojos para ver, que lea.
18.10.08
Alter ego.
En un comentario anterior un forista sugería al Jardinero de las nubes (se te echa de menos), un hombre religioso, que se hubiera dedicado a pastor (= vida consagrada), denotando hastío en relación a los asuntos religiosos.
Hoy una fuerza interior me impulsa a hablaros, precisamente de eso, de religión, con todo lo que ello implica.
El ser humano es un ser religioso por naturaleza. Todos los pueblos a lo largo y ancho de todos los tiempos han adorado a algo o al alguien; cuando menos por estupor, temor o fascinación por hechos y acontecimientos que le superaban (que le superan).
Lo primero que salta a la vista para un observador del hecho religioso, es que existen dos ámbitos, el ámbito de lo profano (la vida ordinaria en sí) y el ámbito de lo sagrado (personas, objetos y ritos propios de la vida religiosa). Estos ámbitos no están separados, coexisten simultáneamente en el espacio y en el tiempo.
Del ámbito de lo profano al ámbito de lo sagrado se accede por una puerta invisible, impelidos por una fuerza de algo o alguien que nos reclama, que nos llama, el Misterio. Cuando esto sucede, afirmaba un gran escritor rumano, Mircea Eliade, se produce una <ruptura de nivel>, la intimidad íntima de la persona experimenta alguna inquietud, alguien que le trasciende le interpela.
Querámoslo o no, el Misterio nos supera, no es algo subjetivo al ser humano, le trasciende; no lo crea, imagina o ilusiona él, está fuera y a la vez dentro de él. A ese Misterio que nos trasciende los cristianos llamamos Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (1 Pe 1,3).
Ese Misterio es original porque todo en él tiene su origen, y a la vez totalizador, porque sólo en él tiene su origen. Es Trascendente, porque nada en este mundo le es comparable. Es valioso porque tiene valor por sí mismo y da valor a todo lo demás; y, es inmanente, es decir, a pesar de trascendernos está en nosotros aun no siendo controlable por nosotros. Por eso nos produce estupor y a la vez temor (sano) e, igualmente nos fascina por sus cualidades sublimes.
A ese Misterio, como he indicado, los cristianos llamamos Dios, que se hace presente en la historia humana en la persona de su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador.
Hoy, sin saber cómo ni porqué (aunque lo sabemos), en la sociedad están arraigando dos males aún peores que el comunismo y el nazismo, que son el nihilismo existencial (= nada hay después de esta vida) y la dictadura del relativismo ético (= todo es válido, todo está permitido). Estos dos males son el resultado de ese buenismo que se fundamenta en lo políticamente correcto.
¿A dónde nos conducen estos dos males?
Sin duda alguna a dejar de ser personas, seres humanos, cualesquiera cosas menos seres humanos.
Otro día seguiremos, por hoy es suficiente.
El que tenga ojos para ver, que lea.
18.10.08
Alter ego.