Por lo que observo, no puedo dejar de expresarle la gran gratitud que siento hacia usted desde sus primeras intervenciones, gentil aldeana. Gracias por su afecto y los ánimos que me ofrece. En la medida de mis posibilidades, procuraré no defraudarla a usted, ni tampoco a los que usted dice que me aprecian.
Pero creo que este aprecio no se hizo para mí. Cuando usted me lo ha comunicado, he sentido una extraña efervescencia en el pecho que me ha sido tan agradable como incómoda. Es paradójico haber cosechado afecto en Aldea al cabo de tantos años, cuando antes el desprecio era la única moneda de cambio que conocía allí. Pero he visto por fin los colores del alba sobre mis queridos montes aldeanos; y eso se lo debo a ustedes, la juventud de Aldea.
Algo ha ocurrido sin que yo lo pretendiera, algo inexplicable para mí. Sólo buscaba llenar mi soledad con algunas briznas de mi añejo amor por Aldea. Y ustedes han recibido mi eco.
He aquí el sujeto indigno que sólo ha dicho lo que siente, y ha visto cómo sus sentimientos han ido evolucionando entre ustedes. Ya sólo me resta soñar con sus presencias, e imaginar cómo hubiera sido mi vida al lado de ustedes, tomándonos alguna cerveza y un montado de lomo en el bar de Tasín. Pero no quiero pensar en esto, porque es triste saber que nunca podré verle a usted el rostro, amiga aldeana, ni tampoco a su pareja, mientras dialogamos como lo harían los buenos amigos. La vida me lleva por otros rumbos.
Gracias a todos, y perdonen los que se sientan ofendidos por mis comentarios.
El jardinero de las nubes.
Pero creo que este aprecio no se hizo para mí. Cuando usted me lo ha comunicado, he sentido una extraña efervescencia en el pecho que me ha sido tan agradable como incómoda. Es paradójico haber cosechado afecto en Aldea al cabo de tantos años, cuando antes el desprecio era la única moneda de cambio que conocía allí. Pero he visto por fin los colores del alba sobre mis queridos montes aldeanos; y eso se lo debo a ustedes, la juventud de Aldea.
Algo ha ocurrido sin que yo lo pretendiera, algo inexplicable para mí. Sólo buscaba llenar mi soledad con algunas briznas de mi añejo amor por Aldea. Y ustedes han recibido mi eco.
He aquí el sujeto indigno que sólo ha dicho lo que siente, y ha visto cómo sus sentimientos han ido evolucionando entre ustedes. Ya sólo me resta soñar con sus presencias, e imaginar cómo hubiera sido mi vida al lado de ustedes, tomándonos alguna cerveza y un montado de lomo en el bar de Tasín. Pero no quiero pensar en esto, porque es triste saber que nunca podré verle a usted el rostro, amiga aldeana, ni tampoco a su pareja, mientras dialogamos como lo harían los buenos amigos. La vida me lleva por otros rumbos.
Gracias a todos, y perdonen los que se sientan ofendidos por mis comentarios.
El jardinero de las nubes.