Hubo una vez una jovencita que decían que veía la Vírgen en Huertavieja. Era muy humilde y sus éxtasis despertaron profunda conmoción entre las mujeres aldeanas de aquellos años de posguerra. Había procesiones desde el pueblo hasta Huertavieja, y allí, bajo una encina, parece ser que se le aparecía a la niña cierta advocación mariana. Y los rezos se extendían por los montes, entre las flores de mayo y las gotas de lluvia del atardecer.
Eran tiempos en que los niños sufrían penalidades sin cuento, y trabajaban en los campos de sol a sol. Mirad las tumbitas pequeñas que hay a la entrada del cementerio. Aquella niña le puso un rostro al sol, y halló su particular deleite. Luego la demonizaron, pobre niña inocente, y un día se fue lejos de aquí. La acusaron de mentir, pero yo pienso que más bien la acusaban de sentir ese corazón palpitante con que Dios la obsequió.
Los rumores de fraude no dejaron de acompañarla, e incluso en fechas recientes se la ha mencionado en un libro titulado “Milagro, Milagro” del escritor Jesús Torbado. Como quiera que este libro ya se encuentra descatalogado, me permito reproducir el párrafo en cuestión. Por cierto, el escritor cometió una errata al decir “Alcalá del Rey” en lugar de “Aldea del Rey”.
“Lo cual permite naturalmente que todo fraude, por torpe que sea, siga el curso de su fortuna. Son poco comunes los casos públicamente denunciados y resueltos como el de las dos hermanas de Alcalá del Rey, Ciudad Real, a una de las cuales se le aparecía la Vírgen fuera del pueblo; reunieron a muchas devotas y acopiaron cierto dinero. Más tarde, cuando ya tenían montada una buena peluquería en la capital gracias a las limosnas, se descubrió que era la hermana de la vidente la que hacía de Vírgen, con la ayuda de una linterna” (sic).
Pues esto no es así, pues la hermana a que se refiere este rumor era entonces muy niñita. Y no hubo nunca lucecitas en el paraje de Huertavieja. Sólo la niña que caía en éxtasis. Y lo que consiguió en la vida fue a costa de su trabajo y no por mediación del fraude.
Ni entonces ni ahora ha sido fácil ser distinto en un pueblo como Aldea.
El jardinero de las nubes.
Eran tiempos en que los niños sufrían penalidades sin cuento, y trabajaban en los campos de sol a sol. Mirad las tumbitas pequeñas que hay a la entrada del cementerio. Aquella niña le puso un rostro al sol, y halló su particular deleite. Luego la demonizaron, pobre niña inocente, y un día se fue lejos de aquí. La acusaron de mentir, pero yo pienso que más bien la acusaban de sentir ese corazón palpitante con que Dios la obsequió.
Los rumores de fraude no dejaron de acompañarla, e incluso en fechas recientes se la ha mencionado en un libro titulado “Milagro, Milagro” del escritor Jesús Torbado. Como quiera que este libro ya se encuentra descatalogado, me permito reproducir el párrafo en cuestión. Por cierto, el escritor cometió una errata al decir “Alcalá del Rey” en lugar de “Aldea del Rey”.
“Lo cual permite naturalmente que todo fraude, por torpe que sea, siga el curso de su fortuna. Son poco comunes los casos públicamente denunciados y resueltos como el de las dos hermanas de Alcalá del Rey, Ciudad Real, a una de las cuales se le aparecía la Vírgen fuera del pueblo; reunieron a muchas devotas y acopiaron cierto dinero. Más tarde, cuando ya tenían montada una buena peluquería en la capital gracias a las limosnas, se descubrió que era la hermana de la vidente la que hacía de Vírgen, con la ayuda de una linterna” (sic).
Pues esto no es así, pues la hermana a que se refiere este rumor era entonces muy niñita. Y no hubo nunca lucecitas en el paraje de Huertavieja. Sólo la niña que caía en éxtasis. Y lo que consiguió en la vida fue a costa de su trabajo y no por mediación del fraude.
Ni entonces ni ahora ha sido fácil ser distinto en un pueblo como Aldea.
El jardinero de las nubes.