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ALDEA DEL REY: Lo encontramos descansando en un recodo del camino....

Lo encontramos descansando en un recodo del camino. Te-nía los vestidos destrozados y una barba larga y blanca le devoraba el rostro.
–¿Adónde vas? –le preguntamos compasivamente.
–Voy buscando la morada de la primavera eterna –nos res-pondió con voz fatigada–. Era una niña dulce y jovial cuando la conocí, pero la estimé en poco; la eché de mi lado. Ahora el invierno se ha aposentado en mi vida, y necesito del calor que ella una vez me procuró. ¿Acaso sabéis dónde habita?
–No lo sabemos –respondimos perplejos.
–Me estáis engañando. Veo en vuestras caras el color de sus flores. Quiero volver a encontrarla.
–Si vas a su encuentro, huirá de ti. El frío que emana de tu persona marchitará sus flores.
Emitió un suspiro de desaliento. Se puso en pie y extendió sus brazos al cielo.
–Entonces soñaré que me rodea con sus brazos. Soñaré que mi cabellera no está nevada y que aún conservo las flores que ella una vez me confió para que se las cuidara. Soñaré que todavía pue-de quererme.
El viejo echó a andar por el mismo camino que nosotros se-guíamos.
Y entonces nos cuidamos de tener bien sujetas las flores que ella nos había dado
El jardinero de las nubes.