Ivón. ¿Dónde has leído que no tolero la existencia de creyentes? ¿En qué has notado que mantengo una actitud prepotente? ¿En qué punto de mi mensaje ves agresividad en mí? ¿Dónde está mi falta de respeto?.
Figaró. Yo no soy creyente, pero ni me río, ni hablo mal de los creyentes. Pero eso no quiere decir que no pueda expresar mi opinión al respecto. Y mi opinión es que la religión surge cuando surge la inteligencia. Pero la inteligencia no es suficiente para contrarrestar el desamparo que el ser humano siente en la Tierra. Y es aquí cuando el hombre y la mujer se inventan cuentos maravillosos, de mundos inexistentes. La religión es la válvula de escape de las almas desamparadas.
Todo esto no significa que yo sea, ni mejor ni peor que vosotros. Mi visión de la vida y del mundo, y mi perspectiva de la existencia humana en este planeta, no tiene nada que ver con el vuestro.
El éxtasis máximo de la felicidad que yo he experimentado ha sido ver nacer a mi hija. La profunda tristeza jamás experimentada ha sido cuando he perdido a un ser querido. Dar la vida, y ver la muerte. Entre estos dos polos: la existencia. La existencia es un juego: un juego al que cada uno juega a lo que le apetece, o a lo que le dejan jugar. Vosotros habeis elegido jugar a sentir a Dios como padre eterno. Yo no quiero ser eterno, porque sé que no voy a serlo. Abrazar a los míos día a día, es mucho más cuerdo que esperar de Dios lo que no os va a dar.
EL JARDINERO DEL INFIERNO.
Figaró. Yo no soy creyente, pero ni me río, ni hablo mal de los creyentes. Pero eso no quiere decir que no pueda expresar mi opinión al respecto. Y mi opinión es que la religión surge cuando surge la inteligencia. Pero la inteligencia no es suficiente para contrarrestar el desamparo que el ser humano siente en la Tierra. Y es aquí cuando el hombre y la mujer se inventan cuentos maravillosos, de mundos inexistentes. La religión es la válvula de escape de las almas desamparadas.
Todo esto no significa que yo sea, ni mejor ni peor que vosotros. Mi visión de la vida y del mundo, y mi perspectiva de la existencia humana en este planeta, no tiene nada que ver con el vuestro.
El éxtasis máximo de la felicidad que yo he experimentado ha sido ver nacer a mi hija. La profunda tristeza jamás experimentada ha sido cuando he perdido a un ser querido. Dar la vida, y ver la muerte. Entre estos dos polos: la existencia. La existencia es un juego: un juego al que cada uno juega a lo que le apetece, o a lo que le dejan jugar. Vosotros habeis elegido jugar a sentir a Dios como padre eterno. Yo no quiero ser eterno, porque sé que no voy a serlo. Abrazar a los míos día a día, es mucho más cuerdo que esperar de Dios lo que no os va a dar.
EL JARDINERO DEL INFIERNO.