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ALDEA DEL REY (Ciudad Real)

Ermita Nuestra Señora del Valle

He aquí un texto sobre el matrimonio, que bien merece una lectura y una reflexión posterior:

Entonces, Altamira habló otra vez:
"¿Qué nos diréis sobre el matrimonio, Maestro?".
Y esta fue su respuesta:
"Nacísteis juntos y permaneceréis para siempre.
Estaréis juntos cuando las blancas alas de la muerte esparzan vuestros días.
Pero dejad que crezcan espacios en vuestra cercanía.
Y dejad que los vientos del cielo libren sus danzas entre vosotros.
Amaos con devoción, pero no hagáis del amor ... (ver texto completo)
Ya se yerguen en el aire las hogueras de la primera noche de verano. ¿No esperaríais que yo me sintiera afligido conociendo vuestra alegría? Pero estoy al otro lado del muro, y busco a Dios en-tre los árboles del monasterio.
En mi oratorio privado se me descubre la dicha de aquellas fechas de junio de mi juventud. Los días interminables, las flores pi-diéndole clemencia al sol abrasador... Esas hogueras, como las que estáis contemplando en este nuevo solsticio.
Yo piso los portales del verano en ... (ver texto completo)
Estoy de acuerdo con lo de la fiesta de San Jorge. Debería volver a celebrarse en su dia y no realizar ese invento de hacerlo el fin de semana siguiente. Si de todas formas los que vivimos fuera no podemos ir a celebrarlo.
Una aldeana.
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–Tú eres el único de ellos que no ha dejado de venir aquí –le dijo el camarero (ya el cabello cano y la forma perdida) del bar que había en la plaza donde estaba ubicado el colegio de María Inmacu-lada.
Pablo sacó la fotografía de entre sus viejos bocetos de dibu-jo. El camarero la miró nostálgico con él. A su lado se secaban los posos del único café que había consumido esa mañana lluviosa. No había conseguido el éxito en la vida, y ya había dejado de aspirar al mismo.
–Estamos todos aquí –murmuró ... (ver texto completo)
Yendo por las calles de esta ciudad bendita, me imagino en-contrarme con el abrazo de tus brazos y el beso de tus labios al doblar cada esquina. Escuchas cómo la catedral esparce al viento el airoso metal de sus campanas, y el mismo me dice que ésta es la ciudad donde vives.
Paso ahora por esta plazuela sombreada por esbeltos árboles del cielo. En este banco tus sueños han reposado, y el surtidor de esta fuente ha sido acariciado por la emoción de tu mirada. Hasta los pájaros me susurran al oído ... (ver texto completo)
Escúchala, pálida luna de otoño. La vela está encendida jun-to a su ventana. Afuera ya no hay pan de oro que coloree los campos listos para la cosecha. Ella introduce sus manos en el relicario, y saca del mismo ese mechón de cabello que a él una vez le cortara en el transcurso de una dulce siesta de mayo. Por el cristal de su ventana se deslizan las gotas de una nube de madrugada.
–Luna enfermiza, tómale prestada su luz a mi vela. ¿Volverá mi corazón a sonreír en tu presencia? ¿Por qué lugares recónditos ... (ver texto completo)
Ahora le da por cuentecitos de novela de vaqueros y pistolas.
Anda ya!
Lo encontramos descansando en un recodo del camino. Te-nía los vestidos destrozados y una barba larga y blanca le devoraba el rostro.
–¿Adónde vas? –le preguntamos compasivamente.
–Voy buscando la morada de la primavera eterna –nos res-pondió con voz fatigada–. Era una niña dulce y jovial cuando la conocí, pero la estimé en poco; la eché de mi lado. Ahora el invierno se ha aposentado en mi vida, y necesito del calor que ella una vez me procuró. ¿Acaso sabéis dónde habita?
–No lo sabemos –respondimos ... (ver texto completo)
Gracias, Dios amado, por no haber disipado esa nube con la brisa vespertina. Observaste que esa alma que tenía los ojos ciegos la contemplaba... Y dejaste que disfrutara con la ilusión nacida de ese resplandor dorado.
Te anda buscando, y Tú quieres dejarte encontrar por él. Haz descender tu lluvia de paz sobre el ya añejo letargo de su corazón. No permitas que sus ojos ciegos se desagüen en un mar de tristeza. Él, aunque no te lo diga con palabras, confía en Ti y desea emprender tus caminos.
Señor, ... (ver texto completo)
Siempre recordaremos aquella tarde de otoño ignífugo en la playa del Sardinero. Te vi caminar descalza sobre la arena. El sol paupérrimo arrancaba débiles destellos a tus cabellos de ébano. Las gaviotas planeaban entre nubes de lluvia, y las olas desplazaban hermosas conchas marinas.
Yo tenía mi mirada perdida en la mar. Te aproximaste a mi vera, y vi perlas en tus dientes, corales en tus labios y esmeraldas en tus ojos. Dejamos que la tierna pleamar engullera nuestros pies. El anciano paseante ... (ver texto completo)
Gracias por el psicoanálisis hacia mi persona, muy atinado por cierto.
Así no debería ser la vida de nadie, pero así es mi vida.
No obstante yo también sé amar, aunque sea en la distancia, o al menos eso creo porque a veces me pregunto qué es realmente amar y si yo amo.
Acaso me enfrento y me habré de enfrentar al suplicio de Tántalo el resto de mi vida. Tántalo, el que tenía el agua y las frutas a su alcance, y sin embargo no podía ni beber ni comer.
Usted si puede destaparse, pero si yo lo ... (ver texto completo)
El calor te obliga a destaparte, a abrir ventanas, a dejar tu alma al descubierto, y eso te da miedo. Te da miedo el contacto con los demás, por eso prefieres las nubes, las montañas y los pájaros. Y a "Dios".

El otoño y el invierno te recogen, te abrigan, y te obligan a cerrar las ventanas, protegiendo tu espíritu. La soledad es tu coraza. Quien lleva coraza pierde flexibilidad. Lo que no es flexible corre más riesgo de rotura.
Se da el caso de que un servidor tiene el temperamento otoñal, y no le sientan bien estos días de primeros calores y cielos despejados. Sin mis nubes no soy nada.
Se me encharcan más fácilmente los ojos, y empiezo a pensar en las lluvias que he contemplado a lo largo de mi vida; en las rendijas de persiana a través de las cuales he atisbado los aconteceres del mundo de afuera; en esas flores presuntuosas que esmaltaban los caminos de mi pueblo; en esos cipreses que sirven de acomodo a las chillonas ... (ver texto completo)
Viva la virgen del valle y viva su pueblo. Es hermoso y maravilloso, y por supuesto muy tranquilo.
UNA ALDEANA.
Perdonen el sueño y la redacción apresurada.
He dicho "cabeza" donde debiera decir "bandeja".
El jardinero de las nubes.