CAUDETE: La infancia de Francisco trascurrió como la de cualquier...

La infancia de Francisco trascurrió como la de cualquier niño de su época, a los cinco años ya empezaba ayudar en algún trabajo de la casa, dar de comer a las gallinas salir al campo con una pequeña cesta y una chapolina en busca de dientes de león o cerrajones para alimentar a los conejos.

Ya más grande como a los 11 años le dieron la tarea cuadrar los carros que iban llegando a la Venta, soltar los caballos para llevarlos a beber y ponerles un saco atado a la cabeza lleno de algarrobas, el trabajo era muy sencillo pero el darle de comer a los caballos había que repetirlo cada cuatro horas de día y de noche por lo cual el sueño no era continuo, una noche ya tarde llego un carro, como siempre lo cuadro y para que no se moviera le puso en la rueda una piedra que encontró cerca, al llevar los caballos a su puesto se dio cuenta que el carro se había descuadrado, al acercarse cayo en cuenta que la piedra no estaba en su sitio así que la tomo de nuevo y al ir a calzar el carro ¡Oh milagro! de la piedra salieron dos patas y una cabeza muy fea, tiro la piedra contra el muro y dio un grito que despertó a toda la venta, después del susto uno de los arrieros que llegaron para ver qué pasaba le dijo que la tal piedra era un animal que se llamaba tortuga, la había encontrado en la zona de Valencia y se la llevaba a su hijo para que la conociera, estaba seguro que la pobre tortuga había caído de su carro, el susto le duro a mi abuelo varios años, cada vez que tomaba una piedra para cuadrar un carro la miraba bien a ver si tenía patas..
Francisco entre sus trabajos estaba el de llevarle a su padre la comida del medio día al lugar de trabajo donde se encontrara, Francisco a paso ligero tardaba más de dos horas en llegar.

Un día su madre le dio a Francisco una pequeña olla con caldo un pedazo de carne y algunas patatas, mientras caminaba el olor del caldo le abrió el apetito siempre presto pensó que no se notaría mucho si se comía una patata así que se deleitó con la patata pero después de catar ese manjar el hambre fue mayor así que se fue comiendo una detrás de otra terminando con el pedazo de carne, cuando llego al lugar donde trabajaba el padre le entrego la olla medio llena de caldo el padre al verlo le pregunto.
- Cómo es posible que Catalina me mande solo un poco de caldo.
A lo cual Francisco le explico que se había tropezado y había derramado el contenido pudiendo recoger solo el caldo.

El pavo Navideño.
Fue un veintiséis de Diciembre cuando Catalina entro en la cocina de la Venta frotándose las manos.
- Afuera hace un frio que pela la perra.
Al ver a Francisco cerca del fuego le dijo.
- Prepárate para ir a casa de Justo Carpena ayer me mandó un mensaje que necesitaba tres conejos, así que llévate alguno de tus hermanos para que te ayude.
Justo Carpena y su mujer eran familiares cercanos de Catalina, vivían en una gran casa muy cercana al pueblo de Caudete.
A las once de la mañana Francisco y dos de sus hermanos tomaron camino hacia Caudete cargando cada uno un saco con un conejo dentro, tomando en cuenta que la caminata seria como de hora y media calcularon que llegarían a la casa de los Carpena casi a la hora de comer.
- Justo siempre ha sido un hombre muy considerado con nuestra familia seguro que cuando nos vea nos invitan a comer.
Dijo Francisco dirigiéndose a sus hermanos Santiago y Pedro.
Santiago siendo el más ocurrente ya se veía sentado comiendo las sobras de la gran cena de Navidad.
- Estoy seguro que sobro de todo ya que los Carpena son una familia muy corta y de dinero tienen bastante, se imaginan que hayan sobrado turrones o algo de mazapán.
- No nos hagamos muchas expectativas yo con un pedazo de chorizo y pan tengo suficiente.
Dijo Francisco mientras se acomodaba el saco en el otro hombro.
- Y tu Pedro que quisieras que te dieran.
- A mí, cualquier cosa con tal de llenar el estómago y un buen vaso de vino para calentarnos con eso sería suficiente.
Así fueron todo el camino saboreando las sobras de la gran cena, como lo tenían calculado llegaron a la hora de comer.
Al llegar entregaron los conejos y Justo le dio cuatro pesetas a Francisco, le dijo.
- Guárdalas bien mira que las pesetas son difíciles de ganar y fáciles de perder.
Francisco tomo el pañuelo que llevaba en el bolsillo las puso en el centro y las anudo regresándolas al bolsillo delantero.
- Habéis llegado a tiempo para comer siéntense en la mesa de la cocina que ya Engracia les va a traer algo.
Los tres hermanos se miraron con complicidad, rápidamente se sentaron alrededor de la mesa mientras Engracia les ponía tres vasos llenos de agua, fue hacia la cocina y saco de al lado del fuego una gran olla de barro. Al poco rato le puso en frente a cada uno, un plato lleno hasta el tope de arroz blanco. Los tres hermanos se miraron sin saber que decir arroz blanco solo sin nada ni un pedazo de carne o salsa, comenzaron a comer lentamente tratando que pasara el arroz seco por sus gargantas, de repente Engracia se asomó a la cocina y les dijo.
- Coman rápido que ya viene el pavo.
Ante tal noticia todos dejaron el arroz de lado, pues la oferta de la llegada del pavo los conmovió.
Santiago se acercó al oído de a Francisco y le dijo en voz baja.
- Ya viene el pavo y después los turrones estoy seguro.
Engracia se acercó a la mesa y vio los platos casi llenos del todo.
- No quieren comer más arroz.
Les pregunto Engracia.
- Esperamos por el pavo.
Contesto Santiago.
- Está bien de seguida lo traigo.
Así que Engracia llamo a Justo.
- Justo trae el pavo que los críos no quieren más arroz.
A l segundo apareció Justo con un grandísimo pavo blanco que puso sobre la mesa de la cocina el cual empezó a devorar el arroz ávidamente, Francisco, Santiago y Pedro quedaron que no se lo podían creer, el pavo en menos de un minuto se tragó todo el arroz. Justo tomo el pavo y lo bajo de la mesa.
- Siempre le damos las sobras de la comida por eso esta tan gordo ese nos lo comeremos para noche vieja.
Así con más hambre que el perro de un ciego tomaron camino a la Venta. Mientras caminaban Francisco les dijo.
- Seguro ahora cuando lleguemos ya no queda comida en la Venta, pasaremos otra tarde de hambre mientras se hace la cena por eso hay que tener presente lo que dice siempre mi abuelo.
“Si alguien te ha de joder de tu familia tiene que ser”

Los higos secos.
Un año no llovió y todo lo que había para comer era un puñado de higos secos al día, al principio los cato dulces y suaves realmente exquisitos pero cuando llevaba un mes comiendo higos no le sabían tan bien, un día le toco llevar la mula a una casa cercana para arar unas tierras, mientras caminaba detrás de la mula pensó.
- Seguro cuando llegue me ofrecerán un poco de pan y vino
Así que saco del morral los higos que tenía para comer en el día y tomando puntería se los iba tirando al culo de la bestia, así fue caminando hasta la casa de campo donde dejaría la mula esperando que le dieran algo de comer, al llegar le preguntaron.
- ¿Ya comiste Francisco?
Con cara compungida dijo.
- No señora.
A lo cual esta le contesto.
- Pues anda ligero y vete a ver si llegas a tiempo para que comas.
El regreso a su casa fue de hambre buscando entre las piedras del camino los higos, cuando encontraba uno rápidamente se lo comía pensando.
- Este no le pego en el culo total tengo mala puntería.
Así llego a su casa con la mirada puesta en el camino para descubrir cada higo que había quedado en la carretera.