Durante el siglo xvi,
Albacete continuó su lento, aunque progresivo crecimiento, llegando a contar con 5000 habitantes. Durante este siglo, en 1526, Carlos I regalará el señorío de Albacete a su esposa, la emperatriz Isabel de
Portugal como presente de
boda, permitiendo la instalación en la zona de diversas órdenes monacales (franciscanos –
conventos de
San Francisco y de Franciscanas de la Encarnación –, justinianas –
convento de San Lorenzo Justiniano– o agustinos –convento de San Agustín–), comenzando a erigirse también en esta época la
iglesia de San Juan que posteriormente se convertiría en
catedral.