Así que dejó su huerto
para salir al camino,
y, montado en un pollino,
deshacer más de un entuerto. (Carmen Gil)
Me lo había dicho mi tocaya y yo no le presté ninguna atención. Asi que os voy a contar un cuento que ella me contó:
Un fantasma con asma
Don Godofredo, el matasanos, se ha levantado temprano; va a visitar a un paciente más raro de lo corriente.
Es un fantasma con asma, que ya ni asusta ni pasma; tose mucho, aúlla poco y estornuda como un loco.
Vive de noche y de día en una mansión muy fría, muy cerquita de la luna y más solo que la una.
Con bufanda, gorro y guantes vaga el espíritu errante por lugar tan poco cálido, y está pálido y escuálido.
Godofredo en Nochebuena, va a curar al alma en pena y examina con sus lentes pacientemente al paciente.
Con atención exclusiva, lo mira de abajo a arriba. Con empeño y con trabajo, lo mira de arriba abajo.
Después de una hora y media, consulta su enciclopedia y, contra todo pronóstico, da el médico su diagnóstico:
Este fantasmal fantasma ni tiene gripe ni asma; de lo que sufre en verdad es de una gran soledad.
Esa constante friolera es de dentro y no de fuera; que a un corazón sin amor se le va todo el calor.
Le receta el recetante una receta brillante: Dosis enormes de afecto para mejorar su aspecto.
Besos, caricias, cosquillas… Ni jarabes ni pastillas. Cucamonas y achuchones. Ni pomadas ni inyecciones..
Y le da el curalotodo, pensando un poquito en todo, las señas de unos fantasmas que van a curarle el asma:
Viven en una atalaya muy cerquita de la playa, junto a un enorme membrillo en un castillo amarillo.
Sale el fantasma de viaje con muy poquito equipaje: con la maleta vacía, pero lleno de alegría.
Vaga y vaga el vagabundo, recorriendo medio mundo y da en un lugar ventoso con el castillo dichoso.
Un fantasma hospitalario, un poquito estrafalario, le ofrece albergue y cobijo, y lo trata como a un hijo.
Tres fantasmitas llorones le dan cientos de achuchones y una fantasma con moña, carillos y carantoñas.
Con tanta zalamería, ya el fantasma no se enfría: está fuerte como un roble, y canta y se ríe el doble.
Aquí se acaba este cuento, sin cataplasmas, ni ungüentos. Y es que el cariño a raudales, alivia todos los males.
para salir al camino,
y, montado en un pollino,
deshacer más de un entuerto. (Carmen Gil)
Me lo había dicho mi tocaya y yo no le presté ninguna atención. Asi que os voy a contar un cuento que ella me contó:
Un fantasma con asma
Don Godofredo, el matasanos, se ha levantado temprano; va a visitar a un paciente más raro de lo corriente.
Es un fantasma con asma, que ya ni asusta ni pasma; tose mucho, aúlla poco y estornuda como un loco.
Vive de noche y de día en una mansión muy fría, muy cerquita de la luna y más solo que la una.
Con bufanda, gorro y guantes vaga el espíritu errante por lugar tan poco cálido, y está pálido y escuálido.
Godofredo en Nochebuena, va a curar al alma en pena y examina con sus lentes pacientemente al paciente.
Con atención exclusiva, lo mira de abajo a arriba. Con empeño y con trabajo, lo mira de arriba abajo.
Después de una hora y media, consulta su enciclopedia y, contra todo pronóstico, da el médico su diagnóstico:
Este fantasmal fantasma ni tiene gripe ni asma; de lo que sufre en verdad es de una gran soledad.
Esa constante friolera es de dentro y no de fuera; que a un corazón sin amor se le va todo el calor.
Le receta el recetante una receta brillante: Dosis enormes de afecto para mejorar su aspecto.
Besos, caricias, cosquillas… Ni jarabes ni pastillas. Cucamonas y achuchones. Ni pomadas ni inyecciones..
Y le da el curalotodo, pensando un poquito en todo, las señas de unos fantasmas que van a curarle el asma:
Viven en una atalaya muy cerquita de la playa, junto a un enorme membrillo en un castillo amarillo.
Sale el fantasma de viaje con muy poquito equipaje: con la maleta vacía, pero lleno de alegría.
Vaga y vaga el vagabundo, recorriendo medio mundo y da en un lugar ventoso con el castillo dichoso.
Un fantasma hospitalario, un poquito estrafalario, le ofrece albergue y cobijo, y lo trata como a un hijo.
Tres fantasmitas llorones le dan cientos de achuchones y una fantasma con moña, carillos y carantoñas.
Con tanta zalamería, ya el fantasma no se enfría: está fuerte como un roble, y canta y se ríe el doble.
Aquí se acaba este cuento, sin cataplasmas, ni ungüentos. Y es que el cariño a raudales, alivia todos los males.