Ya sabemos que no es tarea fácil la de los picayos, pero es un placer esa nota de
color y de animación el día de la
fiesta del
pueblo después de la misa.
Con esto le damos las gracias a todos los que a lo largo de la
historia han hecho posible que esta
tradición no se pierda.
A los jóvenes participantes, bien les gusta a la bajada de las Lindes ir a tomar las once con las que se les obsequia.