Su fundación debió realizarse en el siglo VIII, aunque la
tradición la remonta al VI y se le atribuye a un monje palentino llamado Toribio que se retiró a estos lugares junto con cinco compañeros. Entre sus pertenencias llevaron los resto de
Santo Toribio, obispo de Astorga, que había estado en Jerusalén y se había traído con él algunas reliquias, entre ellas, un trozo de madera de la
cruz donde dieron muerte a Jesús, el Lignum Crucis.