BIELVA: Cuando tuve la suerte de estar en Bielva la última...

Cuando tuve la suerte de estar en Bielva la última vez, experimenté la mejor de las sensaciones que puede tener alguien. Siempre me sentí muy querido por mi familia allí, pero además algo nuevo ocurrió, noté un gran cariño de todas las personas que no conocía, a las que saludé (que fueron muchísimas). Conocí a vecinos de carne y hueso, que nos daban su afecto, que nos tomaban del brazo guiándonos para enseñarnos todo lo precioso de la población, su entorno, su villa... con orgullo.
Recuerdo a esos amigos, recuerdo sus nombres, recuerdo su afecto. Y... ¿por qué actuaron así?. Pues muy fácil, por nada, por nada a cambio. Por amistad, por cordialidad, por hospitalidad, por sus genes, por todo... que no es poco.
A mi padre, con su adopción, se lo llevaron a Castellón y seguro que fue bueno para el. Pero por muchos años que viviera en este mar Mediterráneo yo os digo que el llevaba a un tablón dentro. Coraza psicológica externa y sensibilidad extrema con stop a exteriorizar.
Como ya se que que nadie lee esto yo me explayo al hablar de él, como en la intimidad jajjaj.
A mi me gustaría que todos los hijos del mundo tuviesen como mínimo un padre así. Y sabéis lo mejor, no sabía darme un beso, un afecto que fuera físico, un algo de exteriorizar. Me dió todo con su forma de ser, con su respeto hacia mi, con hacerme creer que yo era mas fuerte y preparado, con admirarme, con tener su confianza, con quererme.
Cuando murió, le cerré los ojos. No lloré. Fuí como él, como su figurada frialdad. Le besé la frente. Le dije gracias y se lo llevaron.
Nunca llegaré a ser como él. Nunca.