El grupo dominante favoreció la construcción de
conventos para el establecimiento de las órdenes religiosas, de la barroca
Iglesia Matriz de la Inmaculada Concepción y de una refinada
arquitectura canaria y renacentista de viviendas y mansiones con amplios
jardines, notables
fachadas y
escudos de armas,
blasones nobiliarios en
piedra que señalaban el linaje al que pertenecía su propietario. Por su parte, el Farrobo pudo tener su templo, la Iglesia de
San Juan, aunque por falta de ingresos y recursos, las obras se alargarían mucho y no la verían terminada hasta el siglo XVIII. El resultado fue la formación de una ciudad de gran belleza visual. La Villa de
La Orotava comienza a ofrecer una imagen lustrosa que tiene su correlato en su encantador
valle tapizado por un inigualable verde que se extiende desde las
montañas hasta las orillas de su costa atlántica y vigilado por el volcán del Teide.