LA CRIPTA DEL CAMERIN. Textos de Emeterio Gutiérrez López sobre una leyenda popular de Icod: En el centro de dicha sala, y a poco que el visitante se fije en el suelo, verá en él un corte cuadrado en las tablas del pavimento, como de un metro y veinte y cinco centímetro por cada lado, y en uno de ellos, dos argollas de hierro, descansando en ranuras abiertas en la madera. La primera vez que visité este recinto y vi el escotillón, mi curiosidad no paró hasta conocer lo que había debajo de él. Abierta que fue la pesada puerta, observé de pronto una gran oscuridad y luego pude ver el arranque de una amplia escalera, con pasos anchos, que se perdían en la penumbra. Intentamos bajar y sólo pudimos andar dos escalones. Un olor a acre y húmedo que subía del fondo, y sobre todo, las tinieblas misteriosas, detuvieron nuestro descenso y retrocedimos con el cabello crispado y latiendo el corazón de tristeza y pavura. Entonces el viejo Sochantre y el Mayordomo de la Cofradía de S. Agustín nos refirieron la leyenda de la muerta resucitada, leyenda, cuento, historia, o lo que fuere, que luego hemos oído muchas veces a viejas rezanderas. Había en Icod una joven de rara hermosura y gentil presencia, hija de noble y opulenta familia. Más de un tierno y apuesto galán había quedado prendado de su hermosura y gentileza, y lloró sus desdenes; pero cuando empezaba aabrirse el cáliz de su fragante juventud y un risueño por venirle brindaba dichas y venturas, la Parca cruel cortó del tallo de la vida tan bella flor del jardín icodense. Siendo, como era, de rica y linajuda familia, no fue su cuerpo angelical a la fosa común, sino que recibió cristiana sepultura en la cripta del camaríno de la Iglesia de los Agustinos. Poco tiempo pasó, cuando hubo necesidad de abrir nuevamente el panteón, y al levantarse la pesada puerta y descender a la cripta el fúnebre acompañamiento, encontraron tendido a la mitad de la amplia escala el cuerpo hermoso de la infortunada doncella, luciendo las ricas galas con que fue amortajada, suelta la blonda cabellera, con señales evidentes de haber sostenido ruda lucha para salir de aquella espantosa tumba, y roídos y sangrientos los delgados dedos de sus manos de marfil. Juzguese el asombro y el espanto que se apoderaría de las personas que presenciaron tan triste y desgarrador espectáculo. Corrió la nueva por el pueblo y por todas partes se oía el triste lamento que a todas las almas piadosas arrancaba el desgraciado suceso de la muerta resucitada. ¡Infeliz doncella, cuánto sufrirías al despertar de tu sueñoo letargo y encontrarte en la triste mansión de la muerte, presa en aquella horrible mazmorra. Mas te valiera no haber resucitado! ¡Qué amaga tortura no sufrió tu pecho dentro de la triste estancia, sin esperanza de auxilio, alargándose tu clamor en las lúgubres bóvedas del silencioso recinto! ¡Y cuando, desesperada y afligida, golpeaste el pesado escotillón para abrirlo con tus manos débiles, y rendida de fatiga ante la inutilidad del esfuerzo, sin que nadie oyera tus gritos de angustia, ni encontraras un pedazo de pan con que mitigar el hambre, ni una gota de agua conque apagar la sed, mordiste tus dedos de rosa para alimentarte de tu propia sangre! Solo Dante, aquel genio sublime que cantó en admirables tercetos, de inmensa grandeza poética, la agonía del Conde Ugolino encerrado en la torre del hambre, podría escribir escena tan horriblemente trágica!…
(10 de Julio de 2019)