Muchos vecinos de los
pueblos destruidos escaparon a las inmediaciones poco habitadas. Ya por aquel entonces, se conocía a esta zona, la más pobre de
Lanzarote hasta la llegada del turismo, por el nombre de
Tías. Junto con la cría de
cerdos y
cabras, se cultivaban en los
campos legumbres, cebollas, tomates y uva. Los campesinos no tardaron mucho en descubrir que las erupciones volcánicas aportaban un gran beneficio para el cultivo: la porosa ceniza volcánica capta y acumula la humedad que alimenta lentamente las raíces de la planta y, durante el día, crea una capa protectora el suelo evitando la evaporación.