Al adaptarla para sus ritos, cubrieron parte de su ornamentado, sobre todo en el
altar central con un gran y
artístico iconostasio, es decir, un tabique con iconos que separa el presbiterio del resto de la nave del templo y que simboliza la separación del
cielo y la tierra, y en cuyo interior, el oficiante, en este caso denominado archimandrita, efectúa el servicio religioso.