La fundación del
convento de
Santa Catalina en Ciutat de
Mallorca, tuvo lugar el 17 de febrero de 1661; el templo, construido bajo planos de Joan Bauçà, fue consagrado por el obispo de Mallorca Bernat Cotoner el 20 de abril de 1658; y en diciembre de ese mismo año fue cuando llegaron a la ciudad las primeras religiosas dominicas que tenían que ocuparlo, aunque en primera instancia, y seguramente por no estar finalizado el
edificio en todas su totalidad o por falta de fondos económicos, fueron instaladas en la
Casa del Sacristanato, y semanas después en unos inmuebles en la
plaza del Mercadal que fueron adquiridos por el fraile dominico Julià Font Roig, el cual, tras fallecer, el también seguidor de la Orden fundada por
Santo Domingo de Guzmán, fray Miquel Sorell, continuó con el proyecto iniciado por su antecesor, y con el mecenazgo del noble Joan Baptista Despuig de Sant Martí i Pax, caballero ínclito de la de la Orden
Militar de Santiago, las monjas pudieron alojarse en la casa conventual donde permanecerían varias generaciones.