VERDICIO: José Ramón Muñiz Álvarez...

José Ramón Muñiz Álvarez
“Bajando desde Artedo”
(poemas)

I

Bajando desde Artedo,
tus labios y mis labios
se vuelven una playa,
cantando al regocijo de la arena,
diciendo al regocijo de la arena
que nada hay más dichoso que tu pecho,
que nada hay más dichoso
que el pecho que se ríe,
que, amándote de nuevo en esta corte,
te busca y te celebra, jugando con tu risa.

II

Llegando ya a Querúas,
tu boca se hace boca,
buscando cada cabo,
buscando cada roca, porque Luarca
también tiene esos faros que te ofrecen
los mares y sus muchos horizontes,
capaces de entregarte
la voz de un Universo
que se hace inagotable cuando dices
que toda su belleza te cabe en la mirada.

III

Otur dijo tu sueño
de voces misteriosas,
perdidas en la espuma,
dejadas en la espuma como el beso
que sueñas si me niego a darte el beso
que pudo ser un beso algunas veces,
pues sabes que ese beso,
llevado por la brisa,
quizás entre los dedos de la brisa,
dirá en Otur secretos que sabe cada pruva.

IV

Más pudo tu mirada,
llegando ya a Ballota,
que el labio fino y dulce
que supo de los ecos del “orbayo”
que viene silencioso, pronunciando
los salmos de la tierra que se nutre,
igual que tú del verso,
de tanta lluvia suave
que llena las malezas de los campos,
que llena las malezas del árbol de la vida.

V

Y quieres que las olas
te besen en Verdicio,
jugando a acariciarte
buscando acariciarte en cada playa,
buscando acariciarte en cada puerto,
si acaso quedan olas en los puertos,
que en este mundo absurdo
tampoco habrá hojarascas
en esa primavera que derrama
las ganas que te buscan, la gracia con que escapas.

VI

Acaso en el Tranquero
parecen más hermosos
los ojos con que miras
el suelo del camino de Perlora,
pues huyes de mis pasos, buscas reinos
y extraños principados en que, libres,
tus pies se enseñoreen,
descalzos si hace falta,
del suelo que pisaron los ancestros
los celtas de los castros que miras tan atenta.

VII

Y sabes que quisiera
probar tu boca dulce,
no lejos de Peroño,
no lejos de San Jorge, quizás en esa senda
que lleva al Posadorio -ya en Carreño-,
lugar extraño y mágico en que el duende
nos habla de la xana
y corren los arroyos
acaso murmurando los pecados
que dicen tus ojuelos, mirándose en los míos.

VIII

Y Otur lo sabe todo,
lo sabe toda Navia,
lo saben en Coaña
las piedras de los viejos monumentos
que lloran el silencio de los siglos,
cansados y amargados por el duelo
de tantas soledades,
de tantas decepciones,
después de la conquista del romano,
después de las batallas que se libraron luego.

2019 © José Ramón Muñiz Álvarez