Año 1962, todavía la empresa de Coto-Musel trabajaba en las
minas del Cantiquín y el Meruxalín.
El Plano inclinado de más de trescientos metros, tenía dos
vías alternativas, donde los vagones subían o bajaban, aprovechando su contrapeso y la fuerza de la máquina que con maromas enganchaba a las vagonetas.
A veces, debido a la fatiga que se le sometía a los cables de acero, éstos se rompían y caían las vagonetas
monte abajo, armando un estruendo terrible, que se oía en todo el
valle.