EL CAMPO (MIERES): Después de alguna nota que estimo equivocada, me he...

Después de alguna nota que estimo equivocada, me he sentado ante esta máquina infernal y he reflexionado sobre mi pasado y me ha salido esto:

Soy hijo, nieto, sobrino y primo de mineros, mineros de nacimiento, mineros de raza, Y estos días viendo la marcha negra, la lucha incansable de esta raza por sobrevivir, porque no les cierren el futuro a sus hijos, siento un dolor intenso. A la dureza de bajar al pozo, a la inseguridad de su profesión, a los peligros de un trabajo castigado a lo largo de los años, a toda esa crudeza añaden ahora la lucha para que no se lo arrebaten.

Primero fueron los señores, descritos maravillosamente por Victor Manuel en su canción “La planta catorce”, luego los tecnócratas (el famoso pozo moqueta) y ahora los políticos. No, no basta con la dureza del tajo, hay que luchar contra otros enemigos que niegan la pan y la sal, que descalifican, mienten e intentan anular el esfuerzo, el tesón y la independencia de esta raza especial. Son seres insensibles, desalmados, sentados en sus poltronas secundan las instrucciones de poderosos con intereses bastardos. No les importan las personas, priman los números, los cuadran a espaldas del estado de bienestar del pueblo que dicen defender pero que traicionan para proteger la ambición desmedida de los capitales.

Debería odiar la mina, acabó con mi padre, con primos y tíos, incluso con mi único amigo de la infancia, pero no puedo, la siento tan mía, tan próxima a mi pasado, tan forjadora de mi carácter y mi destino que solo puedo amarla.

Y amando lo que es mi pasado, mis raíces, no puedo menos que despreciar a quienes intentan destruirla, destruir el futuro de la Cuencas, que siento mías. No se puede cerrar la puerta del futuro a toda una raza minera, el porvenir de una región. No sin pagar un alto precio por ello.
Los mineros están dispuestos a luchar sin cuartel hasta ganar esta guerra despiadada, injusta y desigual. Es su sino, siempre ha tenido que luchar para poder trabajar con dignidad, por una jornada humanizada, un salario justo, unas condiciones menos dramáticas, y ahora por el futuro y contra el cierre definitivo de una actividad que ha sido el motor de la industrialización y el desarrollo regional y ha contribuido de forma decisiva al progreso nacional.
Injustamente tratados, inmerecidamente temidos y arbitrariamente acusados, se lo debemos y por ellos mi solidaridad y apoyo.