La Bailarina, ZARAGOZA

Es una obra típica de la estancia de Condoy en París. Si antes, como en Silueta, de 1947, y después, como en Enlace, de 1949-1950, se interesa por obras que rozan la abstracción, en la escultura Bailarina, de 1948, aborda un criterio figurativo mediante una mujer alargada de formas muy acusadas, con los brazos levantados y las manos casi unidas detrás de la cabeza. Ambas piernas forman un bloque, lo cual se debe a la hipotética vestimenta ajustada propia del flamenco. La supresión de rasgos faciales y el cuello, casi un cilindro, junto con los gruesos brazos detrás de la nuca, el quiebro vertical en el centro de la figura, como si fueran dos moldes pegados que son eje de la obra, colaboran en la riqueza de panoramas visuales mediante planos con énfasis en las redondeces. A sumar los muy delicados y elegantes senos, norma en este escultor, la estrecha cintura y el ritmo por intencionado énfasis en unas caderas muy pronunciadas, fuera de la realidad, que también contribuyen al conjunto por su valor artístico.
(7 de Febrero de 2014)