La iglesia de Santa María la Blanca, SEVILLA

Santa María la Blanca es un espacio verdaderamente único. A lo largo de su historia, este lugar ha cobijado a las tres grandes religiones monoteístas. Más de un milenio de oración honra este lugar y hace de ella Casa de Dios y Puerta del Cielo en este mundo, según reza la inscripción de su fachada: HAEC EST DOMUS DEI PORTA CAELI 1741. De la mezquita que fue, de los siglos XI al XIII, se conserva el patio de abluciones y su portada principal en el costado izquierdo del templo. Tras la reconquista de Sevilla en 1248 por Fernando III, la mezquita fue confiada a la comunidad judía que hizo de ella su lugar de culto. Para ello, amplió su perímetro y reorientó el edificio según el eje este-oeste que hoy presenta. Aquí, la comunidad judía vivió su fe durante algo más de un siglo, hasta la revuelta antijudía que se desencadenó en Sevilla el 6 de junio de 1391. Tras ella, ante una judería prácticamente desierta, el Cabildo Catedral se hizo cargo del inmueble que acondicionó para el culto cristiano. De su pasado judío conserva, además de los muros perimetrales, una serie de ventanas saeteras en la planta superior y los anaqueles donde se guardaban los rollos de la Torá, aunque todos estos elementos quedan ocultos tras las yeserías

La fachada principal se levantó a lo largo del S. XV. Se trata de una portada gótica con arquivoltas y clavos. La espadaña de tres cuerpos tiene su arranque en los restos de una primitiva torre-fachada, obteniendo el segundo y el tercero de sus cuerpos de la mano del arquitecto Sánchez Falconete en torno a 1650, momento en el la edificación tardo-medieval, que era la sinagoga, vive su trasformación estética definitiva al exuberante barroco que hoy presenta. Conservando básicamente el espacio de la sinagoga, los arcos en herradura fueron reformulados en medio punto y los pilares sustituidos por columnas de mármol procedentes del Torcal de Antequera. Los muros se redecoran en oro y blanco, a juego con las bóvedas, en un programa unitario que tiene por centro a la Virgen María. En este proyecto tomarán parte los mejores artistas del momento gracias al canónigo Justino de Neve quien, como responsable de las capillas ayuda de la Catedral, mimó sobremanera a Santa María la Blanca por ser vecino del barrio. De su mano llegaron hasta aquí Pedro Roldán y los hermanos Borja, a quienes debemos probablemente las yeserías, el ceramista Diego de Sepúlveda y Bartolomé Esteban Murillo quién compuso para Santa María la Blanca cinco grandes lienzos: dos para la nave central que narran el origen de la advocación mariana que le da nombre, Nuestra Señora de las Nieves, otros dos para las naves laterales donde se exalta la devoción inmaculista de Sevilla, y el imponente lienzo de la Última Cena.

Al origen de este proyecto estético está el entusiasmo con que Sevilla vivió la Bula Sollicitudo, promulgada por Alejandro VII el 8 de diciembre de 1661, que amparaba la devoción popular a la Inmaculada Concepción de María y autorizaba su culto. De hecho, las primeras palabras de aquel escrito –Sin pecado original desde el primer instante de su ser– pueden leerse tanto en el interior como en el exterior del arco de ingreso al templo. El título de la Iglesia "Santa María de las Nieves", que hacía referencia a la milagrosa nevada acaecida en Roma el 5 de agosto del año 358, sirve ahora para afirmar la pureza de María. "Como la nieve, blanca y pura, así la Virgen María".


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